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El aeropuerto de Ben-Gurion, la principal puerta de entrada a Israel, está enclavado en la mitad del camino entre Jerusalén y Tel Aviv. Una carretera ancha, de cuatro carriles, pavimentada con refinamiento, conduce a los recién llegados hacia cualquiera de los lados. Al este, van los que quieren conocer el centro religioso del planeta. A oeste, van a una ciudad mediterránea y cosmopolita.
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Casi diez años después de la ola de ataques perpetrados por terroristas suicidas, el ambiente de la principal ciudad judía del mundo poco hace acordar de los largos y tensos conflictos de la posguerra. O que se está en un Estado confesional, en lo cual la religión tiene función primordial de identidad y regulación de la vida privada.
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Escena cotidianacerca del mar en Tel Aviv. Ciudad israelí creció en la última década a un ritmo medio del 3,4% anual
Nuevos edificios, algunos de alto lujo, salen como espigas del piso de Tel Aviv, la mayoría destinada a extranjeros, especialmente judíos ricos, que buscan un rincón de la tierra prometida, pero frente al mar. Bulevares enarbolados cortan avenidas dinámicas y sirven de pasarela para observar el acervo arquitectónico del estilo Bauhaus, casi omnipresente. El blanco está en todo el paisaje. Restaurantes elegantes y bien adornados están siempre llenos.
Chicas de vestidos cortos o pantalones, chicos en jeans o pantalones cortos, disfrutando del clima caluroso y seco de la primavera se toman las calles del centro. Raras veces se ve un rabino o alguien con una kipá. Aparecen algunos en rincones históricos, como los mercados a cielo abierto o la ciudad árabe de Jaffo, incorporada como distrito después de 1948. Pero Tel Aviv, como región metropolitana con más de tres millones de habitantes, emana un aire de modernidad.
El municipio es la locomotora de una economía que ha crecido, en la última década, a un ritmo medio del 3,4% al año, a pesar de la crisis internacional que sacudió Estados Unidos y Europa a partir de 2008. Israel comenzó a recibir crecientes inversiones en sus plantas industriales.
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Joven soldado israelí en Tel Aviv, la ciudad más cosmopolita del país, caracterizada por sus rascacielos y amplias avenidas
Las principales empresas en esta escalada productiva son las empresas de alta tecnología, concentradas en informática, equipos militares y productos farmacéuticos. Las llamadas hi-tech responden por el casi 50% de las exportaciones del país. Instaladas principalmente en el cinturón periférico de Tel Aviv, se convirtieron en la meca de las personas graduadas en las universidades y que sueñan tener sus ahorros.
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Al atractivo de la fuerza económica se añadió el refuerzo de las condiciones de seguridad, tras el aislamiento físico de los territorios palestinos ocupados. Las cuentas externas también se beneficiaron ya que los recursos destinados a la Autoridad Palestina pasan obligatoriamente por el Banco Central israelí, donde dólares y euros son convertidos en shéquels. Las reservas crecieron muchísimo, valorando la moneda nacional y creando oportunidades para que empresarios locales ampliaran sus actividades hacia el extranjero.
Costo social
Este dinamismo, sin embargo, tuvo un pesado costo social. Además de los gastos para las fuerzas armadas que alcanzan al 30% del presupuesto nacional, este ítem también sobrecarga las importaciones, provocando saldo negativos en la balanza comercial. Aún con los Estados Unidos apoyando, a fondo perdido, el 20% de los gastos en seguridad (aproximadamente 3,5 billones al año), Israel no logra salir del negativo si no atrae nuevos capitales.
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Actualmente el 23,9% de los israelíes viven con menos de US$27 al día, a pesar de la tasa de desempleo ser del 6,3%
Se conceden enormes subversiones y exenciones fiscales con ese propósito para el mundo de los negocios. Por el contrario, para luchar contra el déficit interno, hay una fuerte reducción de las inversiones en programas sociales y servicios públicos, exacerbada por la desregulación de los derechos laborales. La economía está creciendo, pero la riqueza se concentra y la pobreza se expande.
El número de personas con ingresos inferiores al 40% de la renta mínima aumentó, desde 2003, desde 7,8 a 12,1%. Por debajo del 50%, de 15 a 19,8%. Y del 60%, de 23,3 a 26,8%. Los datos son de la OCDE (Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo). Hace 15 años, el 16% de los israelís vivían por debajo de la línea de pobreza, con menos de 27 dólares al día, a pesar de la tasa de desempleo llegar a los 6,3%.
La ola de protestas que pasó por Tel Aviv y otras ciudades, en 2011, fue una respuesta a esa situación. Más de 500 mil personas tomaron parte en las protestas, cuya reivindicación principal fue la reducción del precio de los alquileres y del precio de las habitaciones. El ingreso promedio de los israelitas difícilmente es suficiente para el costo habitacional, en un mercado inmobiliario que se volteó hacia la parte superior de la pirámide.
Barrera étnica
La valla social está cada vez más alta, pero todavía no compite con la barrera étnica. Los árabes-israelíes representan cerca del 22% de la población nacional, de 7,5 millones de personas. El ingreso promedio en ese grupo, es de 1,5 mil dólares mensuales, un 32% inferior al de los trabajadores judíos. Más del 53% de las familias palestinas viven en la pobreza, entre ellas el desempleo supera el 10%. De las 40 ciudades israelíes con la mayor cantidad de residentes sin empleo, 36 son de mayoría árabe.
En los territorios ocupados de Cisjordania y Jerusalén Este, las cifras son aún más graves, aunque las estadísticas sean imprecisas o contradictorias. El problema se agrava, sin embargo, ya que esas poblaciones poseen los mismos derechos civiles y electorales. Estas zonas fueron aisladas por un sistema de murallas y alambrados, bajo la excusa de detener una ola de ataques en suelo israelí.
Aparentemente se alcanzó este objetivo, a pesar del lanzamiento de misiles desde la Franja Gaza que sigue desafiando la seguridad del país. Pero el costo económico y social para los palestinos es gigante. Ya no pueden buscar trabajo en las fronteras oficiales del Estado sionista. Su movilidad es muy restringida. Las pérdidas de propiedad y de plantaciones son significativas.
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Muro de Cisjordania, o “muro del apartheid” para los palestinos, construido por Israel para la seguridad
Esta situación ha creado un muro entre Israel y la comunidad internacional. Las Naciones Unidas consideran ilegales tanto la ocupación de los territorios como el sistema de segregación espacial. Resoluciones recientes también condenan el Estado palestino. Se alienta oficialmente los asentamientos de Cisjordania – ellos reciben subsidios y tienen su protección garantizada por el ejército, además de quedar encapsulados por el muro de separación.
Algunos intelectuales y líderes sionistas más a la izquierda pasaron a declarar, en los últimos años, que Israel estuvo peligrosamente caminando hacia un modelo inspirado en la Sudáfrica del apartheid, debido a la estrategia que lleva a la cuestión palestina. Las corrientes más a la derecha, actualmente en el gobierno, rechazan la comparación y dicen que las medidas solo responden a las necesidades de luchar contra el terror.
Los críticos de este punto de vista sostienen que la solución para la paz no está en la construcción de muros, y si en la negociación de un acuerdo permanente para la existencia de un Estado palestino viable y independiente. La mayoría de los líderes relevantes, entre ellos Benjamín Netanyahu, habla a favor de esa salida. Pero hay muchas dudas de que algunos de los protagonistas no estén intentando hacer, de lo que es una situación temporal, una eternidad.
Lo cierto es que Israel llega a los 65 años de su independencia, celebrados en ese 14 de mayo, como una nación fuerte y sólida, pero llena de contradicciones. Tiene vitalidad económica y poder tecnológico, pero vive, sin embargo, los conflictos de un sistema que produce la desigualdad social, discriminación étnica y la tentación colonial.
Para que el lector pueda conocer un poco más de este país y de sus dilemas, Opera Mundi inicia hoy la publicación de un especial acerca de Israel.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli