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El palestino Emeir Da’ona es un personaje histórico en el Este de Jerusalén. A los 84 años, vivenció los eventos que llevaron a la declaración de la independencia del Estado de Israel en 1948, cuando todavía era adolescente. Desde su pequeño quiosco de diarios, casi en frente a la Puerta de los Leones de la ciudad vieja, también fue testigo de la llegada de las tropas israelís en 1967 a la parte oriental del municipio.
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“Hubo momentos de miedo y expectativa”, recuerda Da’ona. “En la primera de las guerras, perdimos nuestra tierra, pero una parte de Jerusalén todavía era palestina. Después, hasta esa parte nos quitaron”. La parte occidental tenía soberanía sobre Israel desde los conflictos de 1947-48. La sección oriental estaba bajo el control de Jordania.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Ciudad Antigua o Ciudad Vieja de Jerusalén, un recinto amurallado con lugares de reunión de importancia religiosa fundamental
Su pesar se contrasta con las festividades que animan a la población judía, lista para celebrar, en aquel mismo 8 de mayo en el cual el quiosquero conversó con Opera Mundi, la fecha de la reunificación de la capital bajo la egida israelí. Hace 46 años, a fin de cuentas, que los jordanos se han visto obligados a retirarse y entregar su parte de la ciudad al ejército sionista, haciendo que el armisticio de 1949 quedara en letra muerta.
El choque de narrativas empezó a fines del siglo XIX, cuando el movimiento sionista asumió como bandera el regreso de los judíos a su tierra de origen, con el fin de reconstruir su Estado nacional. Los antecedentes en favor de esa aspiración eran religiosos e históricos. La trayectoria bíblica del pueblo israelí era contada a partir de hechos relacionados con la región desde los primeros patriarcas.
Tras la huida de la esclavitud en Egipto, por los años 1250 antes de Cristo, hasta las últimas rebeliones fracasadas contra los romanos en el año 135 d.C., cuando empezó la diáspora judía, habrían sido casi 1400 años de presencia en un perímetro que se extiende desde la costa oriental del Mediterráneo hasta las fronteras occidentales de Irak y Arabia Saudita, que actualmente componen los territorios de Jordania y Israel, y además la parte sur del Líbano, Cisjordania (Judea y Samaria, para los sionistas más tradicionalistas) y la Franja de Gaza.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
En el largo intervalo que existe entre el capítulo final de la lucha contra los romanos y el nacimiento del sionismo, sin embargo, la región pasó por un profundo repoblamiento.
[El palestino Emeir Da'ona, 84, vivió en las transformaciones Palestina desde la creación de Israel en 1948]
Primero, durante el Imperio Bizantino, a partir de 324, la región fue ocupada por una mayoría cristiana, y los judíos representaban una minoría de alguna expresión, que apoyó la invasión persa del año 614. Cuando el emperador Heraclio reconquistó Palestina, muchos fueron obligados a huir en compañía de los ocupantes derrotados.
Pero Bizancio estaba debilitado y no resistió al acoso de los árabes, que en la Batalla de Yarmuk, en 636, tomaron el control de casi toda la zona. Jerusalén y Cesárea, los últimos bastiones, caerían en 638 y 640, dando inicio a un período histórico de predominio de la población musulmana. Fue interrumpido apenas por el período de poder de los Cruzados, el llamado Reino Latino de Jerusalén, entre 1099 y 1144.
Declaración Balfour
Palestina, conquistada en 1517 por el Imperio Otomano con las mismas características étnico-religiosas que los demás reinos árabes, pasó al mandato británico al fin de la primera Guerra Mundial, cuando ingleses y franceses vencieron a los alemanes y sus aliados turcos. El año era 1917. Inglaterra, a través de una carta de Arthur Balfour, ministro británico de Relaciones Exteriores, enviada al barón de Rothschild, alude a la creación de un “Lar Nacional del Pueblo Judío.”
En este pedazo de la tierra prometida, sin embargo, vivían más de un millón de palestinos y no más que cien mil judíos, a pesar de las olas de inmigración realizadas por los sionistas en los veinte años anteriores. La reacción árabe contra la llamada Declaración Balgour, llevó a Gran Bretaña a retirarse de su compromiso. Para calmar la presión, en 1922, 75% de la zona en disputa, iba a ser entregada para la constitución de Transjordania, actual Jordania, al este del rio Jordán. Se mantuvo la división de la banda occidental.
Durante los treinta años siguientes, los conflictos entre los dos pueblos y la resistencia contra la colonización británica se profundizaron y se convirtieron en lucha armada. Nuevas olas de inmigración judía empezaron a llegar, grupos de autodefensa se organizaron, así como instituciones políticas y económicas. Los árabes también empezaron a prepararse para defender sus propiedades y ciudades.
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El impasse terminaría dando origen al Plan para la Partición Palestina, aprobado por la Asamblea General de Las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947. Aproximadamente el 54% del territorio se asignó a 700 mil judíos para la creación de su Estado, pero asegurándose que los 400 mil árabes que vivían en las fronteras recibirían plenos derechos de ciudadanía. Otro 47% se otorgarían a 1,4 millones de palestinos para que ellos constituyeran su entidad nacional. Jerusalén y Belén estarían bajo control internacional.
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Soldados israelíes patrullan las calles de Jerusalén, la ciudad santa que debería haber permanecido bajo control internacional
Los sionistas, a pesar de un cierto malestar, ya que algunas de sus corrientes pensaban conquistar toda la zona entre el rio Jordán y el Mediterráneo, aceptaron la resolución. Pero los palestinos y los países árabes no, diciendo que la ONU estaba imponiendo los intereses de una minoría para construir un Estado que estaba en contra de la voluntad de la mayoría de los habitantes de Palestina.
Guerras
El anuncio de la partición provocó un estado de guerra civil. Más armadas y organizadas, las tropas sionistas ocuparon rápidamente el territorio que les había sido destinado y se lanzaron en una ofensiva contra las fronteras palestinas. Cuando se terminó el mandato británico, en la noche del 14 de mayo de 1948, la misma fecha de la firma de la independencia de Israel, los países de la Liga Árabe (Egipto, Siria, Líbano y Jordania), además de Irak, declararon guerra contra el nuevo Estado.
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Los miembros de las fuerzas armadas israelíes durante la guerra de 1948 en el que surgió el recién creado estado victorioso
Protegido por un fuerte apoyo internacional, en gran parte provocado por la tragedia del Holocausto, Israel pudo contar con la solidaridad de las dos principales potencias que emergieron con la derrota del nazismo, Estados Unidos y la Unión Soviética. Su ejército expulsó las fuerzas enemigas y empujó los palestinos a una parte de tierra aún menor que la prevista en el acuerdo de partición. Cuando se firmó el armisticio en 1949, las fronteras israelitas ocupaban 75% de la región, incluso el Oeste de Jerusalén.
Para los judíos sionistas, fue una gran victoria política y militar, que consolidó la autonomía de la joven nación. Para los palestinos y los árabes, la fecha pasó a la historia como Al Nakba, la catástrofe. Entre los desalojos forzados y las fugas, cerca de 700 mil palestinos (según las Naciones Unidas), empezaron el camino del éxodo. Una gran parte pasaría a vivir en precarios campamentos de refugiados. Otros migraron a distintos países.
La cuarta parte de la región, que no había sido ocupada por Israel, fue dividida entre Jordania (que anexó Cisjordania y Jerusalén Este) y Egipto (que obtuvo soberanía sobre la Franja de Gaza). Las divisas del acuerdo de paz pasaron a ser conocidas como Línea Verde. Durarían menos de dos décadas.
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Los líderes árabes en la guerra de 1948, lo que significó el comienzo de las evacuaciones forzadas y fugas masivas de palestinos
Argumentando riesgo de ataque árabe, el día 5 de junio de 1967, las fuerzas armadas israelitas lanzaron una poderosa ofensiva contra Egipto y Siria. Jordania también entró en combate y sufrió represalias. En el corto periodo de seis días, Israel conquistó los Altos de Golán, la península de Sinaí y los territorios palestinos anexados anteriormente por sus enemigos, incluso la parte oriental de Jerusalén, oficialmente unificada en 1980.
El movimiento sionista presentó el hecho como guerra de liberación. Las Naciones Unidas, a través de la resolución 242, concluyeron que fue una agresión ilegal y una violación del armisticio de 1949, exigiendo el retorno a las fronteras de pre-ocupación. El Estado de Israel afirmó tener razones de seguridad. El éxodo palestino se multiplicó y empezó el proceso de colonización sionista la Cisjordania y de la Franja de Gaza.
Los países árabes intentarían recuperar, en vano, el territorio perdido en la guerra de Yom Kipur, en 1973. Aprovecharon el mismo efecto sorpresa que, seis años antes, ayudó Israel pero fueron derrotados severamente. Estaban enterradas sus posibilidades militares contra el poderoso vecino.
Cada año, desde aquel entonces, el quiosquero Da’ona llora el desastre palestino en la misma fecha que los vecinos judíos cantan y bailan, en el espacio de pocos días, la creación del Estado de Israel y la retomada de Jerusalén. Cada cual con su propia y antagónica narrativa.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli