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Durante los primeros treinta años de la existencia del Estado de Israel, el Partido Laborista y sus aliados fueron la fuerza dirigente del país. David Ben-Gurión, Moshé Sharett, Levi Eshkol, Yigal Alón, Golda Meir, Isaac Rabin y Shimon Peres dominaron la escena política, a frente de los gobiernos sionistas de centro-izquierda.
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El origen histórico del Avodá (nombre hebreo de la corriente política actual) se remonta al antiguo Mapai, fundado en 1930, que aportó los principales dirigentes del movimiento sionista, de la Haganá (el ala militar) y de la lucha por la independencia. Alineado a la socialdemocracia, siempre atrajo a su lado, partidos más chicos, posicionados a su izquierda y a su derecha, que aceptaban defender su programa de incentivos para construir una economía fuertemente basada en las cooperativas y en los bienes públicos.
Los principales electores de los laboristas estaban constituidos por las primeras generaciones de inmigrantes procedentes de Europa central y oriental, llamados askenazis. Esta parte del judaísmo conducía grandes granjas colectivas (los kibutzim), las fuerzas armadas, los sindicatos y la vida cultural. Al largo de algunas décadas, fueron la mayoría de la población israelí.
Nuevos flujos, sin embargo, alteraron la composición demográfica y contribuyeron para debilitar el dominio de los seguidores de Ben-Guríon, según muchos estudios. Olas judías, procedentes del norte de África y de otros países del Medio Oriente, los llamados sefardíes, ejercieron presión sobre el sistema organizado por los inmigrantes europeos.
A estos grupos se añadió entre los años 70 y 90, una oleada de refugiados procedentes de la Unión Soviética y de otros países del campo socialista. Más de un millón de rusos, por ejemplo, ha llegado en ese período. La mayoría muy críticos de cualquier idea que oliera a socialismo y con ganas de mostrar las mejores y más ortodoxas credenciales judías.
Por encima de todo, estas fracciones, sefardíes y neoaskenazis, eran los más pobres y sintieron que no tenían las mismas oportunidades que los estratos sociales tradicionales de Israel. Ellos estaban listos para un mensaje que les abriera caminos y defendiera claramente sus intereses. Serían estas, en definitiva, las principales condiciones para el ascenso de la derecha sionista, que instaló su discurso en la dinámica de estos actores sociales.
La victoria del Likud
Fue en este escenario que el Likud ganó las elecciones de 1977, con Menachem Begin en el cargo de primer ministro, el cual mantuvo hasta 1983. Además de estos seis años, los conservadores estuvieron al mando del gobierno por más diecinueve años, con Isaac Shamir, Ariel Sharón y Benjamín Netanyahu, quien actualmente dirige la administración. Los laboristas no estuvieron en el gobierno ni una tercera parte de los últimos 36 años, con Peres, Rabín y Ehud Barak.
Montagem/Wikicommons
En sentido horario, ex primer ministros Shimon Peres, Benjamin Netanyahu (la tercera administración), Yitzhak Rabin y Golda Meir
El programa que llevó el Likud al poder se oponía fuertemente a la perspectiva social-demócrata y proponía medidas radicales de privatización y desregulación de la economía. También apoyaba el fortalecimiento de la lucha contra la resistencia palestina y una gran política de colonización de los territorios ocupados tras la guerra de 1967. La fusión de las banderas contra la “oligarquía del kibutzim y del sindicalismo” y a favor de la ampliación de las fronteras israelís, movilizó judíos que se sentían abandonados por las opciones hasta entonces establecidas.
A pesar que los guiños a la derecha son lugar común en los análisis sobre política israelí, algunos prefieren identificar los cambios más sutiles. Yossi Beilin, quien fue viceministro de Relaciones Exteriores y de Justicia de gobiernos laboristas, considera que es una “simplificación” el razonamiento de que Israel está marchando hacia posiciones más conservadoras. “Sin contar los episodios ocasionales, los dos grandes partidos se reunieron en el centro”, dice Beilin. “El Likud terminó abrazando la solución de dos estados para la cuestión palestina. Los laboristas comenzaron a defender el libre mercado”.
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Algunos hechos corroboran su tesis. Entre 1984-1990, cuando se adoptaron importantes medidas liberales y se rompió el modelo socio-económico anterior, los dos principales gremios eran aliados del gobierno, alternándose en el cargo de primer ministro. El discurso conservador en favor de dos estados, sin embargo, es una novedad de la presente década, sobre lo cual hay muchas dudas.
Estas dudas y resistencias llevaron a Ariel Sharón, cuando se decidió por la retirada israelí de la Franja de Gaza en 2005, a mantenerse alejado de su ex partido y a fundar el Kadima. Atrajo para su lado uno de los hombres de oro del Avodá, Shimon Peres, el actual presidente de Israel. La distancia entre los dos grandes conglomerados políticos del sionismo puede en realidad haber sido disminuida. Pero el AVC sufrido por el viejo general, en coma desde 2006, parece haber explotado algunos puentes entre los dos grandes grupos políticos del sionismo.
La administración actual
La actual coalición de gobierno, elegida en enero, es gobernada por la alianza entre el Likud y el Israel Beiteinu, de Avigdor Lieberman, de la extrema derecha sionista. Esta coalición, con 31 escaños en la Knesset, ocupa los puestos clave en la administración. Suma al bloque un nuevo partido, Yesh Atid, de Yair Lapid, que tiene 19 diputados, que atrajo muchos votos de las clases medias urbanas por su discurso contra los privilegios de los religiosos ultra-ortodoxos, subsidiado por el Estado y liberados de la obligación de servir en el ejército.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Yossi Beilin, ex viceministro de Relaciones Exteriores y Justicia de los gobiernos laboristas, descarta vuelta a la derecha en Israel
Otro partido extremista que conforma la coalición oficialista es Habayit Hayehudi (Hogar Judío), encabezada por el empresario Naftali Bennett, con 12 escaños en la Knesset. Su plataforma tiene como ejes la defensa de los asentamientos judíos en Cisjordania, la reivindicación de que gran parte de esta área sea adjuntada a Israel y el rechazo de cualquier negociación con los palestinos sobre la división de Jerusalén.
El arco de gobierno completa su base de 68 parlamentarios con el pequeño Hatnuah de Tzipi Livni, actual Ministra de Justicia. Partido secular, más moderado que sus aliados, inclinándose hacia un acuerdo permanente con los palestinos y a una política para la recuperación de los derechos sociales.
El Partido Laborista es el más grande de la oposición, con 15 diputados. A su derecha está el desecado Kadima, con sólo dos diputados, pero que ya fue un disidente importante del Likud, en la época de oro cuando Sharon y Ehud Ólmert (2006-2009) gobernaban el país. A su izquierda, tiene la compañía del Meretz (seis representantes en la Knesset), formación heredera del Mapam, que combinaba en los años 40-50 los postulados del sionismo con la identidad marxista y la defensa del socialismo.
También se encuentran en la oposición los dos partidos religiosos, Shas y Yahadut Hatorah. El primero, con once diputados, representa los ultra-ortodoxos, de origen sefardí. El segundo, con siete miembros del parlamento, habla en nombre de la fracción de askenazis de la ortodoxia. Ambos grupos están fuera del gobierno a causa de las políticas preconizadas por la corriente del Lapid.
Otro de los sectores en contra de Netanyahu está integrado por grupos externos al sionismo. El más importante entre ellos es el Jadash, partido de composición árabe-judía dirigida por el Partido Comunista, con cuatro diputados. Además de reclamar la fórmula de dos estados, propone el reconocimiento de los derechos colectivos de la minoría árabe-israelí y la ruptura del orden liberal de la economía.
También están en ese grupo dos otros partidos de origen árabe. Uno de características seculares, el Balad, con tres parlamentarios. El otro de filiación musulmana, la Lista Árabe Unida, con cuatro representantes. Ambos requieren que el Estado de Israel tome características laicas y deje de ser caracterizado como judío.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli