Una transformación permanente de la sociedad. Así Íñigo Errejón, científico e investigador de Ciencias Políticas de la UCM (Universidad Complutense de Madrid) y director de la línea de investigación “Identidades Políticas” del grupo venezolano de investigación social GIS XXI, califica el chavismo.
Un año después de la muerte de Hugo Chávez, los ojos del mundo miran otra vez a Venezuela, tratando de descubrir si esta nueva forma de gobierno, creada por el presidente, sobrevivió a su ausencia física. Para Errejón, desde la creación de una nueva identidad política, el chavismo logró mantenerse en el poder, pero precisamente al haber promovido un cambio masivo en el eje político, con la ascensión de los que eran excluidos, tiene nuevos retos que enfrentar.
Efe (27/02/2014)
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Al actual presidente Nicolás Maduro, dice Errejón en entrevista a Opera Mundi, inevitablemente le hace falta una especie de escudo que Chávez tenía, construido sobre una base de “confianza, encantamiento y consenso” del pueblo, que terminaba perdonando fallas específicas porque “percibía que se estaba construyendo algo mucho más grande”. Pero los resultados de las elecciones regionales en diciembre y otras acciones demuestran que la Revolución Bolivariana debe continuar, asegura.
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Lea la entrevista completa:
Opera Mundi: ¿Existe todavía el chavismo a un año de la muerte de Chávez? ¿Cómo podría ser clasificado?
Íñigo Errejon: El chavismo es una identidad política. Es decir, más allá de la identificación afectiva con la persona de Chávez – que tiene un rol catalizador de muchas posiciones – reordena las posiciones políticas en Venezuela, colocando en la posición principal una nueva política. Es una narrativa que construyó un gran “nosotros”, con el cual no sólo la mayoría de los venezolanos se identifican, sino que permeó lo que hoy ya son consensos sociales.
Independientemente del futuro del proceso político en la escena electoral, hay algo que el chavismo cambió de una manera prácticamente irreversible, en el sentido común de los venezolanos. En primer lugar, una identificación que se encuentra en la raíz de las experiencias y de los discursos nacional-populares en América Latina, que identifica la reivindicación nacional y el interés de la nación con los intereses de sus mayorías empobrecidas. Es decir: la patria son los pobres.
Al hacerlo, el chavismo opera con una masiva inclusión simbólica, que no se puede reflejar tan bien en las estadísticas tradicionales, pero tiene un significado político tan importante como la inclusión material. Es altamente democratizador. Al mismo tiempo, está la vinculación del nacionalismo venezolano con una fuerte idea de unidad latinoamericana, con un imaginario político que vincula el país necesariamente al continente y también reinterpreta la historia nacional en una frecuencia que lee a los próceres de la independencia como los primeros de la emancipación social, de una lucha que no se había terminado con las independencias formales.
Además, está la cuestión de la unión cívico-militar, con la aparición del rol del ejército en la comunidad civil, según sea necesario, y como una expresión del pueblo y, por lo tanto, su aliado, con un sentido antiimperialista. También hay una interpretación del cristianismo con un sentido originario, con las ganas de hacer una redistribución material y simbólica.
Archivo personal
Errejón: “Cuando él decía “Chávez ya no soy yo, es un pueblo”, no quería decir “yo personifico el pueblo”, pero “el pueblo me personifica a mí”
Hay una revalorización de la política, dando la idea de que es algo bueno, no algo sucio de lo que se ocupan las élites. Es algo muy tangible en Venezuela, donde se habla mucho de la política y con gran intensidad. Y esto se refleja en la inmensa participación electoral en un país donde el voto no es obligatorio y en la buena participación en instituciones de la democracia participativa y protagónica como los consejos comunales.
Junto a estos aspectos, también sin duda está la idea heterodoxa del socialismo como un horizonte hacia el cual es necesario avanzar, sin importar la tradición cultural europea, pero tomando por base las luchas de los sectores subalternos en Latinoamérica. Y con la democracia, no en un rol para llegar a un fin, sino como un fin en sí misma. Como dos cosas que deben caminar juntas.
Todo ello establece una narrativa general que pudo existir en Venezuela en un momento de grave crisis en el Estado y de ruptura de los viejos consensos, cuando las élites que aún gobernaban no lograban despertar confianza o aprobación. Una persona que era un outsider de la política pudo articular en torno de si una voluntad política popular, desde abajo, de refundación nacional y con la apertura de un proceso constituyente, y los 15 años del proceso bolivariano fortalecieron esta narrativa que ha llegado para quedarse en Venezuela.
OM: El presidente decía “Chávez ya no soy yo, Chávez es un pueblo.” Esto se utilizó para clasificarlo como un líder populista, personalista. ¿Qué quería decir? y ¿Está usted de acuerdo con estas expresiones?
IE: Obviamente, esa declaración de Chávez, dicha en una campaña electoral [de 2012] tuvo también un papel propagandístico. Pero ciertamente no fue una locura. Él se refería a un proceso simbólico muy complejo en el cual el nombre de Chávez había sido vaciado de su contenido particular. Así que cuando se dice “Hugo Chávez” no se está refiriendo al concreto ser humano, sino que había llegado a ser el nombre común de una identificación popular en plena construcción. Y él no lo dijo por una especie de culto – a pesar de que eso sí existe – sino porque la identidad política construida en Venezuela, que fue más allá de las clases tradicionales, como la izquierda y la derecha, era nueva, y por lo tanto necesitaba un nuevo nombre.
Muchas personas de la izquierda eran anti-Chávez. Además, hubo personas en el chavismo que no se identificaban con las palabras de la izquierda. El chavismo casi volteó el tablero y creó nuevas posiciones, hacía falta un nuevo hombre. Y él apareció en la figura que estaba catalizando esta identificación popular más amplia. Por lo tanto, un nombre propio se convierte en colectivo. Cuando él dice tal cosa, no quiere decir algo absolutista, sino todo lo contrario. No dice “personifico el pueblo”, pero “mi pueblo me personifica a mí.”
Además, ¿hay un elemento de identificación emocional? Claro que sí. Y esto no es en absoluto contradictorio con la representación democrática, pero demuestra que Chávez ejercía un liderazgo que dependía también de la incorporación en su discurso de las razones que a él le representaban. Si no lo hacía, no podría representar ese bloque popular tan amplio y heterogéneo.
En consecuencia, el liderazgo es siempre una relación negociada, en la que el líder es capaz de representar una sensibilidad más grande, en la medida en que incorpora elementos que esa sensibilidad pronuncia. No son personas que se callan y aplauden, sino que protestan, sugieren, discuten.
OM: ¿Hay una revolución en marcha en Venezuela? ¿Qué piensa usted acerca de las críticas que dicen que en realidad hay cambios en las posibles fisuras del capitalismo?
IE: El mito de la revolución como un cambio rápido y radical de las estructuras sociales y estatales es muy atractivo, pero difícil de mantener. El momento de atacar el palacio de invierno es lo más bello, pero la revolución se hace al día siguiente. Es cuando se trata convertir en la vida cotidiana lo que fueron algunas de las promesas de los que tomaron el poder. Aunque este mito esté muy sedimentado en la cultura europea, de que existe un “Día D”, en el cual se deja atrás todo el pasado, la verdad es que siempre se hereda mucho.
Estaba leyendo un libro llamado “La Memoria de los Vencidos” [del escritor francés Michel Ragon], que narra la vida de un soldado francés de la Primera Guerra Mundial, anarquista, que termina trabajando en la Unión Soviética, con el primer gobierno. Y cuenta – no sé si la anécdota es real o no – que Lenin llegó a algunas aldeas de campesinos y allí le dijeron: “Así que tú eres el nuevo zar.” Y él dijo que no, que había un nuevo poder, diferente, revolucionario, democrático que no había más zares. Y entonces los campesinos respondieron: “Ok, está bien. Es decir, usted es el nuevo zar “
Esto revela que, a pesar de la revolución, hay que hablar mucho del pasado. Es igual que el caso de Venezuela. Se trata de una ruptura con el tipo de Estado que existía y de una pelea en su interior por la ascensión de sectores anteriormente excluidos, como un bloque formador, cuando la oligarquía dominante todavía tiene mucho poder. En esta ruptura hay una gran cantidad de innovación, pero hay cosas que se heredan. Entre ellas, la economía capitalista. Pero no es el fin. Seguramente, a pesar de ser una crítica más fácil, no falta en Venezuela la voluntad política para ello.
De hecho, es común a las izquierdas creyeren que los pueblos están siempre más avanzados que sus gobiernos. En Venezuela, sobre todo con Chávez, sucedió lo contrario. Se puso en marcha una pedagogía política que condujo a posiciones cada vez más avanzadas en términos de emancipación y democracia, y, finalmente, del socialismo como una expansión democrática del pueblo venezolano. Hay que recordar que es sólo a partir de 2005 que Chávez empieza a hablar de socialismo. Y no por una estrategia de marketing electoral, sino por la maduración del proceso que el propio presidente alimentaba. La idea del socialismo como libertad.
Como en Venezuela hay plena libertad, todos podemos ver sus vergüenzas, sus defectos y errores, lo cual es normal
OM: ¿Maduro ha logrado obtener la confianza de los chavistas? ¿El país está peor desde su elección como dice la oposición?
IE: Maduro heredó un país con algunas dificultades importantes y muchas de las cuales fueron resultado, paradójicamente, del éxito de una parte de la Revolución Bolivariana. Por ejemplo, una de las explicaciones para las dificultades económicas es la democratización del acceso al consumo, sin estar acompañada de un aumento de la capacidad de producción, un cambio de la matriz de producción para reemplazar el petróleo.
Efe (27/03/2014)
La imagen del presidente, que murió el 05 de marzo de 2013, es generalizada en las marchas por las calles de las ciudades de Venezuela
Algunos de estos errores ya existían con Chávez, pero tan fuerte era el vínculo de la representación para una parte de los venezolanos que él tenía crédito, él provocaba una confianza, un encantamiento y un consenso tal que el pueblo terminaba perdonando fallas concretas porque se daba cuenta de que se estaba construyendo algo mucho más grande.
Por otra parte, el éxito de las políticas redistributivas construyó un país en el cual las primeras conquistas de la revolución ya no son suficientes. Es normal y está bien que sea así. El acceso a la alimentación y la vivienda ya no es excepcional. Se trata de una mejora política, pero en el plan electoral torna las cosas más difíciles. Transformó expectativas, ahora hay un pueblo que sabe que tiene derecho a las cosas, y con eso, el poder público tiene que cumplir con sus necesidades o ser removido.
En estas condiciones, tiene sentido el resultado muy ajustado del 14 de abril de 2013. El candidato del chavismo gana, pero por un estrecho margen al de la oposición, que estaba consciente de que se debe posicionar simbólicamente a la izquierda para seguir el desplazamiento del eje político venezolano, y por lo tanto, para ser victorioso, tiene que seguir en parte el movimiento de la sociedad en los últimos 15 años y hacerse incluso estéticamente de elementos que hacen referencia al chavismo.
La oposición lo hace bien y logra tener un buen resultado. A partir de este momento y de los acontecimientos posteriores, como la ofensiva desestabilizadora para producir un clima de ingobernabilidad que requiere nuevas elecciones, Maduro logró mantenerse, a pesar de la dificultad de ocupar la posición de Chávez después de Chávez. Este lugar estaba impregnado cultural y discursivamente con sus rasgos centrales. Y así Maduro, a parte sus cualidades, siempre será evaluado en relación a Chávez.
El Ejecutivo se ha consolidado, sobre todo en las elecciones [regionales] de diciembre, que marcaron claramente un cambio de tendencia. La oposición sufrió un desgaste interno, ya que más que un triunfo del chavismo, los opositores perdieron. Los nuevos votantes de la oposición, que antes eran chavistas, después del 14 de abril, de la desestabilización, se asustaron. Habían votado a un Capriles que se parecía al chavismo y que los arrastró con sus votos por una espiral de violencia. Curiosamente, la parte más dura de la oposición se le transfirió la factura a la MUD [Mesa de la Unidad Democrática] y a sus actuales líderes por no haberse atrevido lo suficiente.
Efe (23/02/2014)
“[El presidente Nicolás] Maduro, independientemente de sus cualidades, siempre va a ser evaluado en relación a Chávez”
Parecía como si el gobierno tuviera adelante suyo casi dos años sin disputas y que podría concentrarse exclusivamente en su administración. Pero eso es difícil en Venezuela.
OM: Una parte de la oposición venezolana no parece querer esperar un referendo revocatorio. Pero, al mismo tiempo, hay un sector de la población que no acepta todas las propuestas del chavismo. ¿Cómo Maduro puede atender también a estas personas? ¿Es esto posible?
IE: Hay una cuestión central de hegemonía. Nadie puede complacer a todos. Es más: todo gobierno de transformación que obtenga su apoyo popular en algunas cuestiones de condiciones de vida y en la distribución equitativa del poder, siempre debe pensar en el conflicto político como el núcleo de su poder hegemónico. Esto no entendido como una confrontación violenta, sino que expresado a través de los elementos democráticos y pacíficos.
Los gobiernos latinoamericanos necesitan de una cierta confrontación democrática y que digan que no se puede gobernar para todos, pero sí para los intereses de la mayoría, algo históricamente postergado. Pero al mismo tiempo de la construcción de esta frontera simbólica entre el pueblo y el “no pueblo”, hay mucho que conseguir en el terreno adversario. No se puede excluir sistemáticamente el 45% de los que no votan por el chavismo.
Para ellos, eso significa seducir a esta parte de la población que es menos susceptible al discurso o ideología, ofreciéndoles un tipo de gestión que les permita tener una vida cómoda, con los derechos consolidados en la revolución. También debemos reconocer que las personas no son héroes de forma permanente. Como dijo Oscar Wilde: “el problema del socialismo es que te quita muchas tardes libres.”
Por otro lado, existe el problema de las clases medias y medias bajas. El chavismo está llevando sectores [a disfrutar de] de niveles de consumo que antes no lograban conquistar, tales como alimentación y educación, pero que en el camino pueden haber sido permeados por los valores de las clases medias tradicionales. Para gobernar el bloque popular hoy, en Venezuela, es necesario renovarse, llevando en consideración que las demandas y expectativas de los que ayer eran sectores muy pobres cambiaron. Es necesario integrarlos o dejarlos susceptibles a la derecha.
OM: Y por otra parte, ¿cómo usted percibe la fuerte apreciación de la procedencia y del modo de vida de la clase oprimida?
IE: Hay dos elementos. Primero Chávez, en un país predominantemente urbano y consumista, fue capaz de incluir símbolos y referencias de la región quizás más atrasada en términos de la modernidad, que son los “llanos “. Y eso va en la dirección opuesta a la que se mueve la sociedad venezolana. Por otra parte, Chávez fue capaz de discutir la pobreza, no como un drama como la lluvia o los terremotos – nadie está a favor, ni es culpable. Demostró que ser pobre no es una mala cosa, sino un reflejo de que el país no era para todos. Y eso trajo un cierto orgullo de venir desde abajo, como el lugar de adonde vienen las mayores virtudes de la sociedad venezolana. Porque venir de arriba es venir de la corrupción, de la adicción. Mientras en el otro lado está la gente humilde, trabajadora, digna. Y esto tiene que ver con la lógica de la refundación del país.
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