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La oficina del profesor Schlomo Sand, en el departamento de humanidades de la Universidad de Tel Aviv, casi ya no tiene espacio para libros en los estantes que adornan sus paredes. Entre los libros almacenados o apilados, hay varias traducciones de “La invención del pueblo judío”, escrito por el proprio historiador, nacido en Linz, Austria, hace casi 67 años.
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Cuando fue lanzado, en 2009, el libro estuvo por 19 semanas en la lista de más vendidos. ‘El judaísmo, como raíz étnica, fue creado por el sionismo para sostener su proyecto nacionalista”, fulmina Sand. “Los judíos son formados por varios pueblos de culturas e historias distintas, y además por grupos de conversos, que tomaron la misma identidad religiosa. Pero la homogeneidad, en el caso de una nación sin territorio, fue esencial para el raciocinio sionista”.
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David Ben-Gurion, el primer Primer Ministro de Israel, durante la declaración de independencia del estado judío en 14 de mayo 1948
Sus declaraciones provocaron fuerte polémica. El sionismo, a fin de cuentas, más que un movimiento filosófico en Israel, constituye la doctrina misma del Estado. El término fue utilizado por primera vez por el escritor Nathan Birnbaum, también austriaco, en 1892 y se refiere al pensamiento fundado por el periodista húngaro Theodor Herzl, autor del libro “El Estado Judío”. “Fue una respuesta a las masacres sistemáticas sufridas en Europa central y del Este”, explica el profesor. “Se convirtió, en un período de irrupciones nacionalistas, en el pilar del patriotismo judío”.
El objetivo principal del movimiento fue la creación de un país que acogiera a los supuestos descendientes de Abraham e Isaac. Esa fue la principal reivindicación del “Programa de Basilea”, aprobado por el Primer Congreso Sionista, celebrado en la apacible ciudad suiza, bajo el mando de Herzl en 1897.
En la reunión se discutió donde habría de instalarse el nuevo Estado. Una parte de los 200 delegados se inclinaba por algún territorio deshabitado, como la isla de Chipre, la Patagonia, o incluso algún rincón de Uganda o del Congo. La mayoría, sin embargo, eligió a Palestina, tierra de la bíblica Canaán y del primer reino de Israel, que existió entre 1021 y 722 antes de Cristo. Desde el año 638 de la era moderna, sin embargo, la región fue ocupada por árabes-musulmanes. Sólo una pequeña minoría judía había sobrevivido a la masacre liderada, entre 132 y 135, por el emperador romano Adriano.
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Theodor Herzl (izquierda), el fundador del sionismo moderno y Schlomo Sand (derecha), autor de “La invención del pueblo judío”
Además de recurrir a tradiciones históricas, el regreso a Palestina también era crucial como estrategia para aflojar la resistencia de sectores religiosos. Las líneas más ortodoxas rechazaban cualquier plan político que precediera la vuelta del Mesías. También hubo una fuerte oposición entre los judíos de izquierda, sobre todo los marxistas, que defendían la integración total a las sociedades en las que vivían y rechazaban proyectos de carácter étnico- religioso.
La reunión en Basilea también creó la Organización Sionista Mundial cuya misión, entre otras, era impulsar el flujo de la inmigración judía a Palestina, tras la organización de comunidades agrícolas y ciudades que cambiarían la demografía de la región y prepararían las condiciones para el sueño nacional, compartido por corrientes de distintos colores.
Ascensión de los socialistas
Después de la muerte de Herzl, en 1904, los llamados sionistas socialistas fueron poco a poco ganando hegemonía en el movimiento. Su modelo de sociedad combinaba nacionalismo judío y banderas del movimiento obrero, proponiendo la organización de cooperativas y granjas colectivas y una fuerte central sindical como eje de una nación que mezclase particularismo racial e igualdad entre pares.
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Los principales fundadores del Estado de Israel vinieron de este campo político, empezando por el primer jefe de gobierno, David Ben-Gurion. Otros líderes importantes tuvieron el mismo origen, como Chaim Weizmann, Golda Meir, Moshe Dayan, Yitzahak Rabin y Shimon Peres. Como Ben-Gurion, ellos se unieron al Mapai y su sucesor, Avodá, nombre hebreo para el Partido Laborista, que gobernó el país sin interrupción entre 1948 y 1977. Desde aquel entonces, se alternan en el poder, o se coligan con franjas a la derecha del sionismo.
La emergencia de este sector conservador ocurre bajo el mando de Vladimir Jabotinsky, en los años 20, que anuncia su intención de revivir “el espíritu y la doctrina verdaderamente herzilianos”, oponiéndose a las ideas socialistas y exacerbando los aspectos nacionalistas de la doctrina. Mientras los sectores de la izquierda, cuando empezó la Primer Guerra Mundial, defendían algún tipo de negociación con los árabes para dar vida a su proyecto, la derecha participaba de los combates al lado de Inglaterra, en la llamada Liga Judía, para destruir el Imperio Turco-Otomano, que controlaba Palestina desde 1517.
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Con más de 200 participantes, el Congreso de Basilea formuló la plataforma sionista y creó a la Organización Sionista Mundial
Jabotinsky exigía que Israel ocupara toda la región, incluyendo el territorio de la actual Jordania. Alentó la creación de estructuras militares para las disputas de tierra con los árabes. Ante los sucesivos aplazamientos de la promesa inglesa de facilitar la creación del nuevo Estado, sus seguidores optaron por la lucha armada contra el dominio colonial británico, creado poco después del conflicto.
Grupos armados
Siguiendo este diseño, surgen organizaciones como el Irgun y el Lehi. Al contrario del Haganah, formación de combate bajo el control de los partidarios de Ben-Gurion, esas dos falanges del sionismo recurrían a la violencia contra blancos militares y civiles. Fue famosa la explosión, en la ciudad de Jerusalén, del hotel King David, en 1946, organizada por Menachem Begin, el líder del Irgun y futuro primer ministro (1977-1983). Noventa y una personas murieron, entre funcionarios del gobierno británico y sus familiares.
Otro grupo armado de la derecha sionista, el Lehi, dirigido por Avraham Stern, llegó a concebir, en el inicio de los años 40, una alianza con el nazismo. Los judíos alemanes serían transferidos a Palestina a cambio de apoyo para expulsar los ingleses, considerados el principal enemigo. Tropezaron con el hecho de que el trabajo esclavo judío era relevante para el esfuerzo de guerra. A falta de acuerdo, el grupo se dedicó a efectuar una escalada de atentados en contra los representantes de la corona británica.
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Uno de los militantes más prominentes del Lehi fue Yitzhak Shamir, quien reemplazaría Begin en el gobierno, al frente del cual se mantuvo hasta 1992. Los dos fueron destacados líderes del Herut, partido creado tras la fundación de Israel.
[Hotel Rey David en Jerusalén fue completamente destruido tras el ataque terrorista organizado por Menachem Begin]
Cuando nació el partido, varias figuras prominentes del judaísmo – entre ellas, Albert Einstein y Hannah Arendt – publicaron una carta en el New York Times en la que expresaron su opinión acerca del nuevo partido.
“En sus maneras de organizarse, en sus métodos, en su filosofía política, tiene un parentesco muy estrecho con los partidos nazis y fascistas”, decía el documento.
Irgun y Lehi, en una acción conjunta, atacaron el pueblo palestino Deir Yassin, en abril de 1948. El objetivo era aliviar la presión que los combatientes árabes hacían sobre Jerusalén en la guerra civil que precedió la independencia de Israel. Más de 107 aldeanos fueron muertos, entre ellos mujeres y niños. Algunos fueron víctimas de disparos a quemarropa, otros de granadas lanzadas sobre sus casas. La operación fue condenada inmediatamente por los sionistas vinculados a Ben-Gurion.
La fusión de Herut con otras listas conservadoras, en 1973, crearía el Likud, partido al que pertenece también el actual primer ministro, Benjamin Netanyahu. En este campo, sea liderando o mediante alianzas, alternadamente gobernó el país al largo de 30 años, desde 1977. Sus políticas han tenido un profundo impacto en la situación interna de Israel y en su política exterior, en particular con respecto a la cuestión palestina.
Partidos religiosos
Un componente importante, en la arquitectura ideológica del sionismo durante los gobiernos de derecha, fue el fortalecimiento de los partidos religiosos, incluso los ultra-ortodoxos. Desde el nacimiento del Estado, la religión tuvo un papel estratégico, implícito en la definición del carácter judío de la nación y en el pacto ofrecido por Ben-Gurion, en el cual varias relaciones sociales – por ejemplo, los matrimonios – serían administrados exclusivamente por los religiosos. Para muchos analistas, sin embargo, tuvieron su audiencia e injerencia política ampliadas tras los mandatos de Begin, Sharon y Netanyahu.
El sionismo fue condenado por la ONU en 1975, por tener contenido racista, en una resolución abolida después a principio los 90. Incluso los críticos, como el profesor Schlomo Sand, no están de acuerdo con este enfoque. “El pensamiento sionista no está afiliado con la discriminación racial, aunque pueda parecerlo en algunas situaciones”, opina. “Es una fusión entre nacionalismo y religión, que da primacía a una etnia hipotética y acepta las demás, desde que estén subordinadas a su hegemonía en el territorio que controla.”
Traducción: Kelly Cristina Spinelli