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La última campaña electoral para la Knesset, el parlamento de Israel, que tuvo lugar en enero, tuvo una característica curiosa. El tema sobre el que todos charlan y comentan hace casi 65 años, no estaba en la agenda. Ninguno de los principales partidos quería saber qué hacer y hacia dónde ir en las negociaciones de paz con los palestinos.
La explicación más plausible se puede encontrar en las encuestas de opinión. Una encuesta realizada por el instituto Gallup en septiembre de 2012, indicaba que el 70% de los judíos israelíes apoyan de manera firme o moderada cualquier acuerdo con los palestinos. Pero el 64% simplemente no creen en esa posibilidad. Entre los no-judíos, el 89% dio su apoyo a la paz y el pesimismo sobre su éxito se produjo en sólo el 39%.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Niños palestinos suben pared en Hebrón, una ciudad en Cisjordania con población judía y árabe y que vive bajo la ocupación israelí
La comprensión de los jefes del partido puede haber sido que al cliente le gustaba la mercancía cuando la vio en la vitrina, pero no creyó que pudiera comprarla. Para no correr el riesgo de chocar con esa sensación dudosa, se hizo el silencio. Sin embargo, pocos dudan de que este problema persista como el principal punto de discusión en el país.
Desde que los líderes de la derecha, como el primer ministro, Benjamín Netanyahu, comenzaron a hablar de una solución como dos estados, muchos analistas ven cuatro grandes bloques que compiten por la dirección a seguir en esta agenda.
El más conservador tiene sus raíces entre los colonos en los territorios ocupados, y es la voz de los partidos de extrema derecha, como el Hogar Judío de Naftali Bennett y una parte de fracciones de la lista Likud Beiteinu que se alinean con el ex-ministro de Relaciones Exteriores Avigdor Lieberman. Aunque hayan mitigado su pretensión de fijar los límites de Israel desde el río Jordán hasta el Mediterráneo, se oponen a la creación de un Estado palestino y quieren la anexión de grandes extensiones de lo que llaman Judea y Samaria, la zona que el mundo conoce como Cisjordania.
“No hay una solución para este problema en el corto y mediano plazo”, dice Danny Dayan, un judío argentino que llegó hace más de 40 años en Israel y es uno de los principales dirigentes de los asentamientos. “La mejor manera es mantener el status quo, dejando que los palestinos controlen ciertas ciudades y con Israel ayudando a mejorar sus condiciones de vida. Esta tierra es nuestra, la retomamos después de dos mil años, pero podemos aceptar la convivencia con otros pueblos, si respetan nuestra soberanía”.
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Voces como Dayan defienden la incorporación del 60% de la Cisjordania, e incluso Jerusalén oriental, ocupada desde la guerra de 1967. El propio líder del Hogar Judío ha dejado en claro que considera a la ciudad un baluarte innegociable.
[Danny Dayan en la cuestión territorial: “La mejor manera es mantener el status quo”]
Es más: una ley de 1980 unificó formalmente la ciudad como la capital del estado, a pesar de que la comunidad internacional considera esta decisión una violación de las resoluciones de la ONU.
Dos Estados
Un amplio arco de fuerzas que van desde los sectores más a la izquierda del sionismo hasta los líderes árabes-israelís, compone el bloque muy favorable a los dos estados, con Israel retirándose a las fronteras anteriores a 1967 y Jerusalén dividida. Participantes prominentes en las negociaciones con los palestinos dan cara pública a esta opción.
Alon Liel es una de estas figuras. Fue embajador israelí en Sudáfrica y director general del Ministerio de Relaciones Exteriores. Su casa, en una colina cerca de Jerusalén, está llena de fotos suyas en compañía de Nelson Mandela. “Israel organizó un sistema de apartheid en los territorios ocupados”, acusa. “El modelo de los bantustanes sudafricanos, sin posibilidades reales de autonomía y subordinados al control militar. La situación es vergonzosa. Estamos sometiendo los palestinos a medidas de discriminación y de exclusión, de las cuales, en el pasado, los judíos fueron víctimas.”
El ex – diplomático se refirió a los términos de la existencia de la Autoridad Palestina, con seis ciudades de su jurisdicción, pero sin continuidad territorial. Además, los protocolos de París, firmados en 1994, limitan movimientos financieros y comerciales, estableciendo que la región es parte de la zona económica israelí. Entre otras determinaciones, no puede emitir su propia moneda. Importaciones y exportaciones fluyen a través del país ocupante, obligado a transmitir los impuestos adeudados, pero esto no se aplica a las transacciones de bienes y servicios entre los dos signatarios. Sin reducción de las tasas, el sector palestino, puede ir más allá de un 2% por debajo de la alícuota que practica Israel en cada categoría.
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“Practicamos una política colonial”, dice Menájen Klein, profesor de ciencias políticas en la Universidad de Bar Ilán y el ex-asesor del gobierno laborista de Ehud Barak (1999-2001). “La ocupación de los territorios palestinos en 1967 cambió la cultura del sionismo y empezamos a actuar con las características de un país invasor arrogante. Este comportamiento también ha afectado la vida interna de Israel. La solución de dos estados no es la única solución para una paz duradera, sino también para reencontrarnos con nuestras raíces.”
Proceso
El tercer bloque tiene en Netanyahu su intérprete principal, aunque enfrente dificultades entre sus compañeros más virulentos. La palabra clave en su obra es proceso. En pocas palabras: rumbo a los dos estados, pero sin resoluciones abruptas, entendiendo que es un largo proceso y durante el cual lo más importante es la disposición a negociar.
El portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Yigal Palmor, rechaza las acusaciones de apartheid y el colonialismo. “Las medidas que hemos adoptado se relacionan con el problema de la seguridad, para bloquear los ataques terroristas contra Israel”, dice. “No son políticas permanentes, sino que estamos ejerciendo nuestro derecho a la autodefensa ya que las dos partes no pueden llegar a un acuerdo de paz duradero y sólido. La situación es todavía de conflicto y no se puede dejar de salvaguardar nuestra integridad.”
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Yigal Palmor, del Ministerio de Relaciones Exteriores: “medidas que hemos adoptado se relacionan con el problema de la seguridad”
El diplomático no quiere que queden dudas sobre las intenciones del gobierno, cuando se le preguntó si el primer ministro estaría dispuesto a negociar tomando por referencia las fronteras anteriores a 1967. “No tenemos condiciones previas y no las aceptamos”, dice. “Lo que importa es la voluntad de sentarse a la mesa y escuchar el otro lado. Ya dejamos en claro que los palestinos pueden discutir lo que quieran, incluyendo la retirada de Cisjordania y la división de Jerusalén. Pero no podemos imponer que las negociaciones se reanudarán sólo cuando cedemos a sus exigencias”.
El franco-israelí Michel Warschawski, conocido como Mikado, lidera el Centro de Información Alternativa de Jerusalén, y considera que la posición del gobierno sea una “farsa”. Hijo de un rabino y nacido en Francia, es un conocido activista en favor de la causa palestina. “Lo único que quieren es ganar tiempo para paralizar solución de los dos estados”, dice.
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Michel Warschavski, franco-israelí y activista en favor de la causa palestina: Israel quiere “paralizar solución de los dos estados”
“Ariel Sharon, el último gran estratega de Israel, dejó en claro que era demasiado pronto para determinar las fronteras definitivas del país, se podría esperar otros 50 o 100 años. Las pequeñas concesiones y gestos serían oportunos para evitar la presión y el aislamiento, dando condiciones para expandir la presencia judía en Cisjordania, a través de los asentamientos. La construcción de la pared es la expresión física de esa estrategia.
Palmor replica la sospecha. “Israel se retiró de Gaza en 2005, obligando a la evacuación de los colonos”, explica. “Vamos a hacer lo mismo en otras áreas cuando se llegue a un acuerdo mutuamente aceptable. Ni la pared es definitiva, pero existirá mientras nuestros ciudadanos estén amenazados por el terror.”
El palestino Jamal Jumá, de la organización no gubernamental “Pare la Pared” (Stop the Wall), reacciona con ironía a esta justificación. “Si la seguridad fue la razón, ¿Por qué la pared no se construyó exactamente en las fronteras de 1967?” pregunta. “El hecho de entrar en los territorios ocupados y proteger los bloques de asentamientos revela las verdaderas intenciones de Israel.”
Estado binacional
Un cuarto bloque, sin embargo, está formado por aquellos que creen que la solución de dos estados está muerta, una vez que el proceso de colonización ha cortado el territorio de lo que sería el futuro Estado palestino. “¿Qué fuerza política o militar retirará a los cientos de miles que han sido ayudados por el gobierno para construir asentamientos en los territorios ocupados?”, pregunta el periodista Gideon Levy, columnista del Haaretz, el diario más importante de la oposición. “El apartheid contra los palestinos sólo va a ser desmantelado en un estado binacional, con los derechos civiles y electorales para todos. Un hombre, o una mujer, un voto.”
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Gideon Levy, colunista del Haaretz: “apartheid contra los palestinos sólo va a ser desmantelado en un estado binacional”
Antes vista como una posibilidad menos que remota, la solución del estado binacional empieza a ganar adeptos. El diputado Ibrahim Sarsur, de la Lista Árabe Unida, de fe musulmana, es uno de sus seguidores. “Si tenemos un Estado laico, del río Jordán hasta el Mediterráneo, no hay paz”, dice. “El carácter confesional de Israel es la fuente del racismo, de la opresión y del colonialismo”.
El presidente Simón Peres reveló recientemente que es esta su peor pesadilla, al decir que la ausencia de un acuerdo para crear un Estado palestino podría conducir a una salida como la que proponen Levy y Sarsur. Peres con consecuencias demográficas, en una región que ahora se divide casi a la mitad entre los dos grupos étnicos. “Sería el mayor riesgo para la supervivencia del Estado judío en toda su historia”, dijo.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli