Haga clic en el banner para leer la serie completa en español, inglés y portugués
En el distrito norte de Israel, cerca del Mar de Galilea, está el principal centro habitacional árabe en el país, la ciudad de Nazaret. Aproximadamente el 75% de los 185 millones de habitantes de la región metropolitana son palestinos. Pero llevan el registro de ciudadanos israelíes. Pueden votar y ser elegidos, como los 1,5 millones de árabes que viven en el país.
Centro de peregrinación cristiana, puesto que allí habría nacido María y Jesús vivido su niñez, Nazaret no fue incluida, en la partición de 1948, en el territorio asignado al Estado judío. El ejército, sin embargo, avanzó hacia la ciudad, para derrotar a los miembros de la resistencia palestina que la habían controlado.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
La ciudad de Nazaret es un centro de peregrinación que no fue incluido en el plan original de territorio israelí
Después de diez días de combate, los líderes de la ciudad se rindieron ante el comandante Ben Dunkelman, de la séptima brigada, quien les dio garantías contra las represalias y se comprometió a no evacuar a la población árabe, a pesar de las órdenes de su superior, el general Haim Laskov. Dunkelman, judío-canadiense, insistió y terminó por convencer a Ben-Guríon, el principal líder israelí, a apoyar su decisión.
Familias árabes siguieron viviendo en las calles curvas, en las cuestas empinadas y casas amarillentas. Entre ellas, la de Shahbari Areen, de 28 años, hija de una pareja musulmana, moderadamente religiosa, de clase media, que continuó viviendo en Nazaret. “Mis padres nunca me hablaron de la guerra, no se contó la historia de nuestro pueblo”, dice Areen. “El día de la Nakba [el día de la catástrofe, como palestinos se refieren a la independencia de Israel] provoca miedo en los hogares y está prohibido en las escuelas, que deben cumplir con el currículo oficial del Estado de Israel.”
A los 19 años, Areen terminó la escuela secundaria y se fue a hacer el curso de psicología y comunicación en la Universidad de Tel Aviv. “Sólo en la universidad empecé a aprender sobre la historia de los palestinos”, dice. “La autonomía de los profesores fue más grande y algunos de ellos estaban discutiendo diferentes puntos de vista sobre la creación de Israel.”
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Graduada, ella consiguió un trabajo en una de las principales cadenas de televisión, en un momento en que la empresa estaba estimulando una más grande diversidad étnica de su equipo. Comenzó como productora y pronto se convirtió en presentadora de su propio programa, dirigido a mujeres palestinas. “Yo fui la primer árabe en ser contratada como presentadora, fuera del departamento de periodismo”, dice. “También fui la única de mi equipo mientras trabajé en la estación.”
Areen conservó su puesto durante cuatro años, y luego se fue a estudiar en Boston, en los Estados Unidos. “Estoy cansada de vivir en un país donde se nos ve como el otro, y el gobierno trabaja en nuestra contra”, suspira. Pero volvió a Nazaret para pasar un año. Creó una pequeña empresa que ayuda a mujeres palestinas a abrir y administrar su propio negocio y aparte trabaja como consultora del gobierno de la ciudad en la cuestión de las mujeres.
Se va a casar en octubre. El matrimonio civil será en los EE.UU. La fiesta, en Nazaret. “Mi dolor es que los familiares de los territorios ocupados muy difícilmente van a venir”, se lamenta. “Sólo con un permiso especial pueden entrar en Israel, luego de pasar a través de la burocracia.” Después de la boda, su plan es volver a vivir en Boston. Tiene miedo, sin embargo, por el futuro de sus descendientes. “Cada generación de judíos que se mueve al extranjero sigue siendo ciudadanos israelíes, pero ese derecho sólo alcanza a los hijos de los palestinos”, dice. “Es posible que mis nietos solo puedan volver como turistas.”
El jefe de Areen en la administración municipal, Ramiz Jaraisy pertenece al Jadash, alianza política dirigida por el Partido Comunista. La izquierda controla la ciudad desde 1973, cuando Tawfiq Ziad, un laureado poeta palestino, asumió el cargo de alcalde. Fallecido en 1994, fue sustituido por Jaraisy quien ha sido reelegido seguidamente. “Ramiz está poniendo Nazaret en el mapa”, dijo la venezolana Mariana Materon, 38 años y que vive hace 18 en la ciudad. “Israel es una maravilla para los judíos, pero no da las mismas oportunidades a los árabes israelíes. Los mejores trabajos van a los que sirven al ejército, por ejemplo. ¿Pero cómo mis hijos podían alistarse en el ejército, si el principal enemigo del país es nuestra propia gente en el otro lado de la pared? “
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Ramiz Jaraisy ha sido elogiado por la mejora de los servicios públicos de Nazaret
El prestigio del alcalde se ve reforzado por ser buen administrador: ha desarrollado el turismo en la ciudad y construido servicios públicos de mejor calidad. Sus credenciales de más gran peso, sin embargo, parecen ser las de portavoz del sufrimiento palestino. “Nosotros luchamos por ser reconocidos por nuestros derechos colectivos de las minorías nacionales”, dice Jaraisy. “A nosotros no nos sirve sólo votar, pero tener las mismas garantías que los judíos, autonomía a nuestras escuelas, la paridad en la división del presupuesto. Israel es un país binacional, no puede tener una primera clase de gente y una segunda. “
La diputada Haneen Zoubi, del Balad, va más allá. También habitante de Nazaret, no duda en destacar que “hay una contradicción irreconciliable entre el carácter judío del Estado y la democracia”. Por su participación, en 2010, en la flotilla que intentaba romper el bloqueo israelí y desembarcar en Gaza, Haneen casi pierde su mandato parlamentario. Un comité de la Knesset incluso votó a favor de su destitución, alegando traición a Israel. El Tribunal Supremo, sin embargo, terminó por revocar la decisión.
“Cuando se determina que un país pertenece o está sujeto a una cierta etnia, la discriminación racial es inherente”, explica. “Los derechos se vuelven desiguales y la base de la democracia deja de existir. Es cierto que los árabes israelíes pueden votar, pero no tenemos el mismo acceso a la tierra, a los empleos, a la educación y a la vivienda que los ciudadanos de origen judío. Incluso nuestras garantías políticas pueden ser retiradas si las instituciones consideran que ponen en riesgo la naturaleza del Estado”.
NULL
NULL
Uno de los ejemplos de la diputada es la llamada Ley Nakba, aprobada en 2012, que autoriza al gobierno a cortar los fondos de cualquier entidad que lleve a cabo acciones en contra de la versión oficial sobre la independencia de Israel. “Esta es una clara amenaza a la libertad de expresión de los palestinos y la imparcialidad en la presentación de las narrativas históricas que contrastan”, dice.
Otro peligro indicado por Haneen es la Ley de “Comités de Admisiones”, que establece una especie de regla de la bola 8 para aquellos que quieran unirse a una comunidad de Israel. “Los residentes pueden rechazar cualquier familia, alegando que perjudican el estilo de vida y la armonía del lugar “, explica. “Formalmente no es una medida contra los árabes israelíes, pero es claro el riesgo de filtro racial.”
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Ms Zoabi casi perdió el mandato por haber participado, en 2010, de la flotilla que intentaba romper el bloqueo israelí
Este tema también es abordado por intelectuales judíos, como la corriente de los nuevos historiadores, dirigido por el profesor Ilan Pappé, que hoy en día da clases en la Universidad de Exeter, en Inglaterra. Hace siete años, escribió un libro titulado “La limpieza étnica de Palestina”, que causó gran conmoción.
Tras el análisis de documentos reservados hasta aquel entonces, él concluyó que el Plan Dalet, aprobado por el gobierno sionista en marzo de 1948, tenía la intención de obligar a los palestinos a abandonar sus hogares y ciudades, además de la aplicación de un conjunto de leyes que modificarían tanto la composición demográfica como la propiedad de la tierra. En el prefacio de su libro, cita una frase de Ben-Guríon: “Yo apoyo la transferencia forzosa. No veo nada inmoral en esa medida”.
Varios otros historiadores niegan esta interpretación, como Benny Morris, ya que entienden este plan como una operación de contingencia para hacer frente a la invasión de Israel por los países árabes. La historiografía oficial rechaza la evacuación, diciendo que los palestinos abandonaron voluntariamente las casas por orientación de su liderazgo, que confiaba en un ataque victorioso de las naciones aliadas a su causa.
Cualquiera que sea la verdad sobre estos hechos históricos, hay algunas disposiciones de la ley israelí sobre los derechos de propiedad que suscitan fuerte polémica. Las casas de los palestinos que huyeron o fueron evacuadas pasaron, sin indemnización, a manos del Estado, a través de la llamada Ley de Ausencias. El gobierno también tiene la obligación de mantener el nivel del stock de inmuebles del Fondo Nacional Judío, una organización pública no estatal creada en 1909. Esta organización, que posee el 13% de la tierra detrás de la Línea Verde (excluyendo los territorios ocupados), no puede vender o alquilar propiedades, por sus estatutos, a no-judíos.
“No se puede decir que se vive una democracia plena en un país donde sus pueblos no tienen los mismos derechos y oportunidades”, reitera Haneen. “La historia nos ha hecho israelíes, después de todo. ¿Por qué nos tratan con desigualdad?”
Traducción: Kelly Cristina Spinelli