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Nurit Peled-Elhanan, profesora de literatura comparada en la Universidad Hebrea de Jerusalén, trae un dolor agudo en el pecho. Su hija, de 13 años, fue asesinada en un ataque terrorista, cuando un hombre-bomba explotó en 1997, en la calle Ben Yehuda, cerca del barrio cristiano de la Ciudad Vieja.
Varias familias israelíes han experimentado tragedias de este tipo, en muchos años de conflicto. Lo habitual y comprensible es reaccionar con odio contra los enemigos y apuntar con el dedo acusador hacia los palestinos. Las heridas de la guerra, de hecho, son parte de la explicación de las medidas de seguridad estrictas, que fueron limitando progresivamente la movilidad y los derechos en los territorios ocupados.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Después de la muerte de su hija, Nurit fundó una institución con los familiares de las víctimas de actos terroristas
Pero Nurit reaccionó contra el sentido común. Sus discursos, escritos y entrevistas denuncian a los sectores más duros del sionismo por provocar la ira y la desesperación que llevaron a la violencia suicida de 1997. Ayudó a fundar la asociación “Familias en luto por la paz”, que reúne a los familiares de los judíos y palestinos víctimas del terrorismo individual o del Estado.
La pedagoga, sin embargo, estaba metiéndose en un avispero cuando lanzó, el año pasado, un estudio en el que clasifica los textos escolares utilizados en Israel como “racistas y anti palestinos”. Para Nurit, el pueblo árabe siempre está representado en estas obras como “Alí Babá sobre un camello, los terroristas de rostro cubierto, las personas de cultura primitiva y peligrosa.”
Su punto de vista fue muy criticado por otros expertos. El Instituto para el Monitoreo de la Tolerancia Cultural y de la Paz en la Educación Escolar, por ejemplo, afirma que la pedagoga trabajó con un número muy limitado de libros, dejando de lado los que no prueban su tesis.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Niños visitando el cementerio en honor a los soldados caídos
Pero Nurit no renuncia a su interpretación. “El sistema educativo y sus instrumentos didácticos están orientados para un propósito etnocéntrico”, dice. “Aunque decadente, la educación israelí es muy sofisticada. Hasta la enseñanza en cárceles es increíble. Pero la lógica es forjar una cultura racial contra los árabes y los palestinos”.
El análisis se basa en los textos y fotos. “Sólo la narrativa sionista se enseña a todos los israelíes”, dice. “No hay fotos de los palestinos en estos libros, su historia no se estudia, su cultura no es retratada.”
Los textos, adquiridos por el Ministerio de Educación, son editados por empresas privadas, según la pedagoga, y se los distribuye a los dos sistemas escolares, la red judía (formada por las escuelas públicas, estatales-religiosas y privadas) y las unidades de los árabes, que están sujetas al mismo plan de estudios. Solo se cambia el idioma.
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Además de la separación para la organización, también los recursos asignados a las dos cadenas educativas son distintos. De acuerdo con el Comité de Seguimiento de la Educación Árabe, el gasto anual por estudiante judío es de 1,100 dólares, en comparación con 192 dólares para financiar el estudiante palestino. La tasa de deserción es del 6% entre los judíos y el doble entre los árabes.
Un informe de 2001 del Human Rights Watch, una organización no gubernamental con sede en Nueva York, concluyó que las escuelas árabes reciben educación inferior a la judía, con un menor número de profesores, construcción inadecuada, falta de bibliotecas y pequeños espacios de recreación. Incluso el Ministerio de Educación reconoció la brecha y decidió adoptar políticas afirmativas, anunciando que el 25% del presupuesto de educación, desde 2007, iba al sistema árabe – por encima de los 20% de lo que representa esta parte de la población. Las organizaciones humanitarias y educativas, sin embargo, afirman que no se ha cumplido esta promesa.
El gobierno divulgó algunos avances que se habrían logrado en el sector árabe, durante la primera década del siglo. Habría un 50% más de docentes de ciencias de la computación, 171% de matemáticas, 25% de física, 44% de química y 81,7% de biología. Sin embargo, las entidades siguen registrando un déficit de 6.100 aulas y 4.000 profesores para equiparar los dos sistemas.
Pero el problema no se limita a financiación y logística. El Ministerio de Educación distribuyó, en abril de 2010, el currículo de orientación a través del cual se estipula que los valores judíos y sionistas no pueden ser enturbiados por enfoques multiculturales. Este debate sobre el contenido despierta las principales críticas Nurit Peled-Elhanan.
“Los niños judíos desde el jardín de infantes, son traumatizados por la educación sobre el Holocausto”, dice. “No es un estudio centrado en la revisión histórica, sino hecho para utilizar las imágenes y los hechos del genocidio bajo el nazismo en la fabricación del odio y de los prejuicios contra los árabes. El objetivo estratégico de nuestro sistema es educar a los buenos soldados, ideológicamente listos para la guerra de ocupación en la que Israel toma parte desde 1967”.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
“La educación israelí es etnocida”, dice Nurit
Hija de un general que era parte del Estado Mayor israelí en la Guerra de los Seis Días, pero que más tarde se convirtió en un activista por la paz, Nurit también considera autoritaria y excluyente la supervisión ejercida por el Ministerio de Educación en las escuelas. “Cualquier violación del plan de estudios, cualquier intento de escapar de la narrativa sionista puede significar confiscación del material y presión sobre los profesores, especialmente los árabes”, dice. “Los educadores judíos tienen mucho más libertad, pero los palestinos han aprendido a sobrevivir a través de la autocensura”.
Un caso particular es el este de Jerusalén. Sus habitantes árabes no son considerados ciudadanos israelíes, haciendo que el acceso a la educación sea más complicado. Muchos, de hecho, buscan la inscripción de la nacionalidad para obtener mejores servicios públicos. Después de una campaña feroz, los palestinos ganaron el derecho a utilizar sus propios libros en esta zona de la ciudad, pero no eliminaron la supervisión israelí. Varios textos, de acuerdo con la pedagoga, tienen extractos rayados o páginas en blanco.
“La educación israelí es etnocida”, dice Nurit. “Su base es una especie de nacionalismo racista y colonial”.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli