En el imaginario venezolano está muy arraigada la idea de vivir en un país rico que cuenta con las mayores reservas de petróleo del mundo. Por eso, considera natural que el precio de la gasolina sea barato. Sin embargo, se trata de un subsidio regresivo que favorece sobre todo a los propietarios de vehículos con alto consumo de gasolina, mientras que los más pobres se ven obligados a usar un transporte público cada vez más deficiente.
En otros países, para llenar un tanque de 60 litros hay que pagar casi $ 60, mientras que en Venezuela sale por menos de $ 1. En EE.UU. y la U.E. un litro cuesta cerca de un dólar, en Venezuela se vende a menos de 2 centavos: apenas Bs. 0,097 el litro de 95 octanos. Una botellita de agua cuesta 20 veces más. El diferencial de precios entre Venezuela y Colombia es de 20 veces, lo cual estimula el contrabando de extracción en pequeños barriles y grandes camiones-cisterna. Se estima que hacia los países vecinos salen ilegalmente 25.000 barriles diarios de combustible. A un precio de $ 90 por barril, el contrabando llega a los $ 800 millones anuales.
Si comparamos el precio interno con el de exportación, el subsidio es de $ 6.500 millones anuales. Si la comparación se hace con los precios internacionales el subsidio sube a $ 15.700 millones, más que las transferencias de Pdvsa a las misiones sociales, las cuales son de $ 14.000 millones. Con un ajuste imperceptible del precio, se podría reorientar este subsidio regresivo a la inversión social.
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No se trata de regalar la gasolina ni de venderla al precio internacional, pero al menos su precio debe cubrir los costos. El mejor momento para corregir este rezago es una coyuntura de buenos precios del petróleo. No hay que esperar una caída en la cotización de los crudos semejante a la del año 2009, cuando la situación fiscal se tornó tan crítica que obligó al gobierno a devaluar el bolívar en un 100 % y a subir el IVA de 9 a 12%. En esas circunstancias, un aumento de la gasolina sería el detonante de la protesta popular, tal como ocurrió en 1989, cuando el alza de la gasolina fue la chispa que encendió el Caracazo.
Más esto no quiere decir que un incremento en el precio del combustible automáticamente desatará un caos. En 1989, el aumento de la gasolina fue el detonante más no la causa de las protestas. Las mismas estallaron debido al descontento acumulado por la aplicación de un conjunto de medidas antipopulares, tales como: liberación de precios de los alimentos, eliminación del control de cambio, aumento de las tasas de interés, apertura a las importaciones que barrieron con el aparato productivo y la privatización de empresas del Estado con la consiguiente pérdida de millares de puestos de trabajo.
Hoy la situación es muy distinta, los sectores populares reciben el beneficio de la inversión social de la renta petrolera y su identificación con el gobierno permitiría sincerar el precio de la gasolina para desalentar así el despilfarro de gasolina, aliviar el pesado tráfico terrestre, reducir el impacto ambiental, reorientar el subsidio a la inversión social y mejorar las cuentas de Pdvsa, sin la más mínima probabilidad de que se produzca un segundo Caracazo.
* Artículo originalmente publicado en el blog de Victor Álvarez