Nacido en Bogotá hace 69 años, abogado y economista, Ernesto Samper presidió el país entre 1994 y 1998. Afiliado al Partido Liberal, representaba a los sectores más progresistas de la asociación. El programa que presentó al país preveía políticas de inclusión social y de combate a la pobreza, distribución de tierras a comunidades indígenas y afrocolombianas, respeto a los derechos humanos mutilados por las fuerzas militares y paramilitares.
En las previas de su partido, derrotó a Humberto de la Calle, preferido por los grupos más conservadores del liberalismo, quien vendría a ser su vicepresidente y, transcurridos más de veinte años, el jefe del equipo de negociadores del gobierno de Juan Manuel Santos (2010-2018) en los diálogos de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Tuvo enormes dificultades para gobernar. Los enemigos políticos pusieron en manos de la prensa grabaciones que comprometían la dirección de su campaña electoral con financiaciones del Cartel de Cali. Fue confirmada su inocencia de todas las acusaciones, al contrario de varios de sus correligionarios, pero la presión de los medios de comunicación y de Estados Unidos transformaron su gestión en un infierno.
Al salir de la Presidencia se dedicó a estudios sobre la globalización y el neoliberalismo, aproximándose cada vez más de los líderes y partidos de izquierda en América Latina.
Volvería a ocupar una función pública tan solo en 2014, cuando fue elegido secretario general de la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), cargo que desempeñaría hasta enero de 2017, cuando la derrota del peronismo, en Argentina, y la caída de la presidente Dilma Rousseff, en Brasil, prácticamente inviabilizaron la institución debilitada por sucesivas rupturas promovidas por gobiernos de derecha.
Actualmente, es presidente de dos organizaciones no gubernamentales, Escenarios y Vivamos Humanos. La primera se dedica a cuestiones iberoamericanas, la segunda, al estudio de conflictos y acuerdos de paz.
Opera Mundi: El número de asesinatos, desde 2016, salta a la vista: más de mil muertes violentas, entre líderes sociales y exguerrilleros. ¿Eso representa que el Acuerdo de Paz corre riesgo?
Ernesto Samper: Desde el principio se sabía que el proceso de paz no sería ni fácil ni inmediato. Muchos de los vectores objetivos que alimentaban el conflicto armado se mantuvieron vigentes, especialmente en algunas zonas críticas. Factores perturbadores, tales como el narcotráfico, disidencias de las Farc que no participaron en el acuerdo y la presencia de grupos paramilitares aumentan las amenazas, especialmente contra líderes sociales. Esas personas son blancos prioritarios porque trabajan para la substitución de cultura ilícitas, lo que no les interesa a los carteles de la droga. Son dirigentes que exigen tierra, lo que no les interesa a los grandes terratenientes. Son defensores de los derechos humanos o desmovilizados de las Farc que volvieron a sus bases civiles y que pueden ser objeto de persecución.
Para resumir, hay puntos del acuerdo de La Habana que no están siendo cumplidos, de manera grave, por el propio Estado colombiano, lo que explica esos episodios lamentables. Pero también hay que reconocer que otros temas, relacionados con la justicia transicional, los proyectos productivos, la reincorporación de las personas que se desmovilizaron de la guerra civil y los planes de desarrollo territorial, para los 260 municipios en los que había presencia de las FARC, esos temas funcionan, aunque no a la velocidad que nos gustaría.
Opera Mundi: ¿Atribuye Ud. responsabilidad al gobierno Iván Duque por este crecimiento de la violencia?
Samper: Creo que hay responsabilidad más por omisión que por acción. Pero empiezo a registrar, con cierta preocupación, declaraciones del presidente que estarían más en el camino de la guerra que en el de la paz, particularmente en las cuestiones relacionadas a Venezuela y en la renuncia a la reactivación de las negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional. También es alarmante el papel protagonista que Colombia tiene en el Grupo de Lima, en la reactivación de instrumentos belicistas, como es el caso del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Temo que el gobierno esté legitimando la reactivación del conflicto armado.
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Opera Mundi: Colombia presenta una historia marcada por la violencia política. En su opinión, ¿cuáles son las razones de ese proceso?
Samper: Creo que el hilo conductor de esta saga violenta vivida por Colombia desde su independencia fue la cuestión de la tierra. Por eso, el primer punto de los acuerdos de La Habana se refiere a la propiedad de las tierras. Las tierras y la propiedad de las tierras y su concentración nos dividieron cuando los generales que formaron la república se apropiaron de las mejores tierras. Volvieron a dividirnos a finales del siglo XIX, después de nueve guerras civiles, cuando no fuimos capaces de hacer una reforma agraria significativa. Finalmente, en la segunda mitad del siglo XX, debido a la aparición del narcotráfico y de las organizaciones paramilitares, que prácticamente surgieron para oponerse a la reforma agraria y ampliar la concentración de la propiedad rural, las tensiones fueron al extremo.
Opera Mundi: Por lo tanto, ¿Ud. defiende que la reforma agraria es la cuestión central del Acuerdo de Paz?
Samper: Sí. La cuestión de fondo del conflicto es que no hay una distribución equitativa de las tierras, lo que hace que millones de campesinos emigren de los campos para las ciudades, además de los siete millones de desplazados producidos por los conflictos armados en los últimos cincuenta años. Son personas que fueron desenraizadas de sus tierras, de sus regiones, tuvieron que reiniciar sus vidas en las ciudades.
Ernesto Samper alerta sobre los riesgos de retorno al conflicto armado si los términos del acuerdo de 2017 no se respetaran (Reprodução/FB)
Opera Mundi: ¿Cree Ud. que la salida de las FARC de los territorios en donde eran muy activas, incluso estableciendo bases institucionales, generaron un aumento de la violencia en esas regiones?
Samper: Cuando el espacio no es ocupado rápidamente por el Estado, por medio de una presencia persuasiva y disuasiva, los actores irregulares lo ocupan. Tanto grupos insurgentes que todavía no fueron integrados en la pacificación, como el ELN y disidencias de las propias FARC, como fracciones del narcotráfico y mafias políticas locales.
Opera Mundi: En su opinión, ¿la derecha colombiana, liderada por el expresidente Álvaro Uribe, busca manipular la violencia y desestabilizar el Acuerdo de Paz?
Samper: La apropiación de los Acuerdos de Paz por parte del presidente Juan Manuel Santos, utilizando su condición de Premio Nobel de la Paz, de alguna manera está llevando al gobierno del presidente Iván Duque, apoyado por el Centro Democrático, a deslegitimizar el pacto de La Habana, por una polarización en el campo conservador. Puesto de otra forma: si el país no se empodera del Acuerdo de Paz, con una participación cada vez más vibrante de la sociedad, sus debilidades aumentarán. Tenemos que reforzar la idea de que los acuerdos son un compromiso del Estado y una necesidad de todo el país, no un juego político entre dos expresidentes, Santos y Uribe.
Opera Mundi: ¿Cree Ud. que las FARC, saliendo de un conflicto armado quincuagenario, tendrán espacio político?
Samper: Se demorará algún tiempo antes que la sociedad consiga asimilar el nuevo papel de las FARC. No estamos en la situación en que se encontraba el M-19 hace treinta años, cuando se desmovilizó, con mucha fuerza urbana y soporte de la clase media. Creo que, en este momento, las FARC comienzan con un saldo negativo en la opinión pública colombiana. Pero también estoy convencido de que pueden alterar esa situación, en la medida en que hagan valer su condición de fuerza política, no desde el plan nacional hasta el local, sino del local al nacional. Es decir, si avanzan en los municipios y departamentos, podrán representar una alternativa legítima dentro del espectro de fuerzas que hoy día actúan en el Congreso. Pretender, como pleitea el Centro Democrático, partido de Duque y de Uribe, que las FARC sean excluidas de la política y del parlamento, es simplemente desconocer la razón del Acuerdo de Paz.
Opera Mundi: ¿Teme Ud. que la escalada de la violencia acabe matando el Acuerdo de Paz y devuelva el país al conflicto armado?
Samper: Llego a tener pesadillas con esa posibilidad. Las estadísticas internacionales demuestran que de cada diez acuerdos de paz firmados por países en los cuales el narcotráfico está envuelto en el conflicto armado, nueve fracasaron. Pero también soy consciente de que la voluntad de paz de los 11 mil combatientes que dejaron las armas es una muestra clara de que el país quiere abandonar la violencia. Como en las películas, espero que aquí terminen ganando los buenos.