Haga clic en el banner para leer la serie completa en español, inglés y portugués
En los cinturones periféricos de las dos principales ciudades de Israel, es necesario apenas un paseo en auto para darse cuenta del paisaje de industrias que están impulsando el crecimiento. Además de las multinacionales estratégicasen la producción de computadoras, software y microcomponentes, también se destacan los signos de las empresas israelíes involucradas en los campos de la tecnología de la información, los productos farmacéuticos y la industria aeroespacial, entre otros.
Lea más:
Modelo israelí debilita el sistema social y causa concentración de renta
Antiguas granjas colectivas siguen dominando la agricultura en Israel
Son fábricas silenciosas, con poca circulación de trabajadores, en calles que parecen purgadas de las industrias tradicionales, sus sonidos y olores. Lo cierto es que en un período de menos de quince años, el sector de alta tecnología empezó a dirigir la economía. La industria de manufacturaes casi el 35% del PIB (Producto Interno Bruto), que llega a 250 billones de dólares, y alrededor del 75% de las exportaciones. La alta tecnología responde directamente por el 15% del PIB y allana el camino para la alta productividad de otras actividades.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Hay varios países que tienen un coeficiente más grande, como México, con un 17% de sus exportaciones clasificadas como de alto valor agregado. Pero el emblema en este ejemplo son las maquilladoras – el país apenas monta y reexporta tecnología ajena. El caso de Israel es muy diferente: sin contar el sector militar, el país aplica un 4,5% de los ingresos anuales de su economía en investigación y desarrollo alcanzando, por lejos, el mejor desempeño en el mundo.
Hay más números impresionantes. Con sólo 7,7 millones de habitantes, ha abastecido casi 75 billones de dólares en inversiones directas, un promedio de 9.490 dólares por habitante, casi tres veces más que Brasil, en términos relativos. Se establece como el 49° destino del capital global, pero se encuentra entre los diez primeros, si se considera el tamaño de la población.
El peso del llamado Silicon Wadi (traducción al hebreo de Silicon Valley), apodo que los israelíes dan a su cadena productiva más avanzada, dio contribución decisiva para que el PIB per cápita llegara a 32.200 dólares en 2012, alcanzando el puesto 27 del ranking. Durante la última década, de acuerdo con el FMI (Fondo Monetario Internacional), el valor real de la economía israelí, por ciudadano, creció 48,64% – en contra el 27,83% de la Unión Europea, el 30,26% de los Estados Unidos y el 32,67% en los 35 países con más grande ingreso per cápita en el mundo.
“Nuestro turno comenzó en los años 80”, dijo Eldad Shidlovsky, jefe del departamento de investigación del Ministerio de Economía. “Las reformas para hacer frente a la hiperinflación y el descontrol del déficit público, a través de privatizaciones y recortes en los gastos estatales, crearon las condiciones para la modernización de la producción.”
Hasta el programa de estabilización, implementado a partir de 1985, Israel tenía un buen índice de crecimiento, pero centrado en la acción del gobierno, en los recursos derivados de las reparaciones de guerra, en el apoyo de EE.UU. para los gastos de seguridad y en el capital solidario de la diáspora judía.
Sólo un tercio de las empresas industriales y agrícolas estaba en manos de empresarios. Otra tercera parte era controlada por los organismos del Estado o por organizaciones cooperativas. Y el resto era propiedad de la poderosísima federación sindical, la Histadrut, que era a la vez el mayor empleador.
NULL
NULL
El financiamiento militar llegaba a más del 15% del PIB y el gobierno estaba gastando más del 55% de la renta nacional, en una curva de rápido crecimiento después de la guerra de 1967, cuando ocupó nuevos territorios. El modelo explotó y dejó a Israel en bancarrota, con una inflación anual que alcanzó la insólitamarca del 445% (1984). Los bancos se derrumbaron, la economía cayó.
Estrategia liberal
Con la ayuda de una generosalínea de crédito puesta a disposición por los Estados Unidos, una administración conjunta entre el Partido Laborista y el Likud, Israel puso en práctica el libro de jugadas liberales para salir de la crisis. Formulador del principal paquete de medidas, el americano Stanley Fisher sería contratado, veinte años después, como presidente del Banco Central.
Además de los recortes en los gastos y subvenciones estatales, que salvaguardan solamente las fuerzas armadas, el gobierno sacó de las manos del sindicalismo los fondos de pensiones y seguros de salud, obligando a la Histadruta vender casi todos sus activos. También se subastaron las empresas estatales. Israel abandonó el sueño de ser una sociedad relativamente igualitaria y basada en políticas de bienestar, pero abrió el camino para ser una de las plazas de negocios más grandes del mundo.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Israelís almuerzan en mercado de Tel Aviv, ciudad mas cosmopolita del país
“El flujo de capital, después del programa de estabilización, fue esencial para la remodelación de la economía”, explica Shidlovsky. “Este ingrediente catalizó otros elementos que ya estaban presentes, como la sofisticación tecnológica de las fuerzas armadas, el alto nivel educativo de la población y la migración rusa después del colapso de la Unión Soviética. La sinergia de estos cuatro vectores es la cuna de nuestra industria de alta tecnología”.
A Aluf Benn, editor del periódico Haaretz, crítico empedernido de la derecha sionista, le gusta decir que “Stalin, Jruschov y Brézhnev costearon el desarrollo de Israel.” En los años 90, a finales, miles de ingenieros, químicos, físicos y matemáticos se incorporaron a las compañías israelíes, permitiendo un salto cualitativo barato e inmediato. El socialismo habría dado su última contribución a Israel.
El presupuesto del país, sin embargo, revela un quinto componente al que los más entusiastas llaman de “milagro económico”. A través de la ley de fomento a las inversiones de capital y otras medidas, el gobierno ofrece un apetitoso menú de subsidios, créditos y exenciones para la instalación de nuevas empresas o la ampliación de las ya instaladas. Los impuestos cobrados de las grandes corporaciones se encuentran entre los más bajos del mundo.
“El déficit público, desde los años 80, simplemente cambió el beneficiario”, dice el profesor Arie Arnon, de la Universidad Ben-Gurión. “Los gastos militares se mantuvieron relativamente estables en términos absolutos, pero el gobierno saca recursos de los servicios públicos y programas sociales para financiar el asentamiento en los territorios ocupados y los empresarios de punta.”
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Arie Arnon, profesor de la Universidad Ben-Gurion: “El déficit público, desde los años 80, simplemente cambió el beneficiario”
Lo que pasa es que, con el rápido crecimiento de la economía, la participación relativa de ciertos gastos se redujo de manera sensible, aunque se mantiene su valor monetario, o incluso ha aumentado. Los pagos de las administraciones públicas ya representan poco más del 40% del PIB, una reducción de casi el 25% si tenemos el año 1985 como parámetro. En el mismo período, el presupuesto militar se redujo de 14.5% a 7.5%, pero sigue siendo uno de los diez más grande gastos militares en el planeta en ese ítem.
“Los Acuerdos de Oslo, seguidos de un estado de relativa calma en los últimos diez años, ofrecen una mayor seguridad a los inversionistas”, dice Shidlovsky. “Por otro lado, el gasto militar todavía representa alrededor del 30% del presupuesto, pero ha sido mucho mayor. El margen fiscal de maniobra es más grande que antes”.
Déficit comercial
La atracción del capital es decisiva para Israel, con el riesgo de que las cuentas no cierren. El país tiene un déficit comercial casi permanente, en gran parte debido a la importación de armas y municiones. Parte de este déficit se cubre con apoyo de los Estados Unidos, cuya cifra oficial de subvenciones es de 3,5 billones de dólares al año – alrededor del 20% de los 18 millones de dólares que financian las fuerzas armadas, o poco más del 27% del saldo negativo de 12, 85 billones en compras y ventas en el extranjero, a juzgar por los datos de 2012.
Otra razón de desequilibro es el cambio. El flujo de inversión, que financia la industria y sana el agujero externo, también aumenta el valor delshekel, la moneda local, dificultando las exportaciones de bienes y servicios con un valor agregado más bajo, que no están beneficiándose del aumento de la productividad derivado del boom de la tecnología.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Eldad Shidlovsky, do Ministério de Economia: “El flujo de capital fue esencial para la remodelación de la economía”
El shekel fuerte, sin embargo, contribuyecon la lucha contra la inflación, puesto que abarata el precio de las importaciones. También facilita la internacionalización del capital israelí, en rápida expansión hacia otros países. El monto de los activos internacionales alcanza 75 billones de dólares, similar a lo que los capitalistas del mundo tienen en el país.
El punto de vista optimista, sin embargo, está lejos de ser unánime. “La fragilidad de la economía israelí es más grande de lo que parece”, dice el profesor Arnon. “Puede ocurrir en cualquier momento, debido al conflicto con los palestinos o con otras naciones de la región, la fuga de capitales, desmoronando el edificio. Nuestra dependencia del exterior es gigante. Los costos de la política militar y colonial son también una carga, ya que aportan poco dinamismo a la economía y obligan el corte de gastos en sectores clave, provocando el empeoramiento de la vida de las personas y la reducción del mercado interno”.
En la primera semana de mayo, el Ministro de Economía, Yair Lapid, presentó el proyecto de presupuesto para el bienio 2012-2013. El objetivo principal es reducir el agujero anual de las cuentas públicas del 3,8% (2012) al 3% el próximo año, lo que indica que el país es capaz de controlar su deuda pública, actualmente en el 74,4% del PIB.
El proyecto de austeridad deja intactas las cuentas de defensa y la financiación de las colonias, aumenta los impuestos al consumidor, corta fondos para la educación y la salud. Pero conserva, con pocos cambios, la política tributaria favorable a las grandes corporaciones.
Muchos estiman que los trabajadores comunes y las pequeñas empresas pagan la cuenta de las empresas de alta tecnología. Y que el crecimiento del país se basa en una fórmula que concentra los ingresos y empobrece a la base de la pirámide. Este descontento, sin embargo, no parece estar sacudiendo el gobierno y sus aliados.
“La desigualdad social es un problema real y que debemos enfrentar, pero forma parte del sistema”, dice Shidlovsky. “Cuando entras en una economía de mercado, disminuye la participación del trabajo en la renta nacional. ¿Qué se puede hacer?”
Traducción: Kelly Cristina Spinelli