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Nunca la plaza Kikar Hamedina en el centro de Tel Aviv, recibió a tantas personas como el 3 de septiembre de 2011. La plaza diseñada por Oscar Niemeyer, en los años 60, era la apoteosis de las 300 mil personas que, en esa fecha, concluían una marcha de protesta contra el valor de los alquileres, el corte de presupuesto para los servicios públicos y los bajos salarios.
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La mayoría de los participantes, según los observadores locales, estaba compuesta por trabajadores judíos. Pero no eran los únicos. “Judíos y árabes- israelíes estuvieron juntos en esta batalla social”, dice el profesor Efraim Davidi, de la Universidad de Tel Aviv, líder comunista y ex miembro del comité ejecutivo de la Histadrut, la principal confederación sindical. “Fue un paso importante hacia la concientización, entre las dos nacionalidades, de que el conflicto principal es contra la oligarquía sionista, no entre los pueblos.”
Lior Shapira
El 3 de septiembre de 2011, miles de israelíes, en su mayoría jóvenes, salieron a las calles para protestar contra el gobierno
Las razones de una movilización tan grande – equivalente a reunir tres millones de paulistanos en el Valle de Anhagabaú – tal vez puedan ser encontradasen las cifras sociales de la impetuosa economía israelí. Aunque algunos indicadores sean positivos – la mortalidad infantil, entre 2000 y 2012, por ejemplo, se redujo de 7,9 a 4,07 muertes por cada mil nacidos, una de las más bajas del mundo – los datos indican que hay concentración de renta y aumento de la pobreza.
A pesar de una caída del desempleo desde el 10,7% hasta el 6,3% desde el año 2003, el número de personas que viven por debajo de la línea de pobreza (690 dólares de ingreso mensual individual o 1.100 dólares para una pareja) se elevó de 18% a 23,6 %. Los datos no son cuestionados ya que constan en el informe anual de la agencia de espionaje CIA de los Estados Unidos.
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Otra investigación, del propio departamento de ingresos fiscales de Israel, explica esta situación. Más del 65% de las personas ganan menos que el salario medio local, de 2.500 dólares mensuales. La mitad de los trabajadores no llegan a los 1.700 dólares mensuales. Una cuarta parte de los trabajadores pone menos que el salario mínimo en el bolsillo, llevando hasta 1.200 dólares a su casa al final de cada mes.
El Adva, organización no gubernamental, investigó la otra cara de la moneda. Los presidentes de las 100 empresas privadas más importantes del país reciben alrededor de 154.300 dólares por treinta días de trabajo en corbatas, 62 veces más que el salario medio en Israel. Esta disparidad hace que el país sea el quinto más desigual entre los 35 que integran la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), una organización que reúne a las naciones con mayor PIB per cápita del planeta.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Efraim Davidi, profesor de la Universidad de Tel Aviv: “conflicto principal es contra la oligarquía sionista, no entre los pueblos”
Desde los años 80, la diferencia de ingresos subió un 4,3%, en el promedio de los miembros de la OCDE, entre los 10% más ricos y los 10% más pobres. Pero esta escalada llegó al 13,8% en Israel. La curva calculada por el índice de Gini tampoco es alentadora: el nivel de la desigualdad en Israel aumentó de 35,5 a 39,2 entre 2001 y 2008, colocando el país en la 65ª peor posición, con más disparidad que Yemen y Egipto.
Lo que también impresiona es la combinación de estos datos con el lugar 16 que Israel ocupa en el ranking de desarrollo humano elaborado por las Naciones Unidas. En esta evaluación, que reúne solamente esperanza de vida, nacimiento, educación, alfabetización y el PIB, se puede concluir que Israel funciona contradictoriamente: mientras su riqueza se eleva rápidamente, el ingreso laboral disminuye.
Desigualdad
Ni el declive es igual para todos. Los judíos askenazis reciben salarios 33% por encima del promedio. Los sefardíes, sólo el 7%. Las mujeres están el 25% por debajo de la media. Los árabes israelíes, el 33%. El grupo intermedio en la escala social, que recibe entre 1,9 y 3,200 dólares, en valores actuales, representaba el 33% en los años 80. Pero había bajado en 2011 para el 27,5% de la población.
“La política económica de los últimos treinta años ha transferido los ingresos de los trabajadores a las empresas”, dice Davidi. “El aplanamiento de los sueldos y los recortes en los presupuestos sociales fueron una consecuencia natural del programa de estabilización adoptado en 1985. Las privatizaciones, asociadas a subvenciones a un complejo militar-industrial, el financiamiento a la colonización de los territorios ocupados y los subsidios a las grandes empresas, crearon una fábrica de la desigualdad”.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
En Tel Aviv (foto) y Jerusalén, construcciones o alquileres son destinados, en gran parte, a los ciudadanos de altos ingresos
La aparición de un grupo selecto de ejecutivos y profesionales muy bien pagados, además de los extranjeros que desean aprender e invertir en el nuevo El Dorado de la tecnología, tuvo también efecto en el mercado inmobiliario. En Tel Aviv y Jerusalén, las mayores ciudades, edificios o rentas están destinados, en buena escala, a los ciudadanos con altos ingresos. No en vano ha sido el detonante de las manifestaciones de 2011.
“Sabemos que existe un malestar en una parte la población, y estamos comprometidos con la búsqueda de respuestas a los reclamos”, dice Eldad Shidlovsky, en el Ministerio de Finanzas. “El gobierno creó una comisión para estudiar los problemas y proponer alternativas, algunas ya están poniéndose en práctica. La gente recibe información sobre el enriquecimiento repentino del sector de alta tecnología y quieren lo mismo para ellos. No es fácil hacer frente a esas expectativas “.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli