La visita del jefe máximo de la Iglesia católica a Brasil se ha convertido en un consenso como a los que se refería Nelson Rodrigues. “La unanimidad es tonta”, pontificaba el escritor reaccionario y fanático hincha del Fluminense. Prácticamente todos los sectores de la sociedad, al final, están aplaudiendo el sumo pontífice.
Efe
Papa Francisco desfila por la ciudad de Aparecida. Visita del Papa monopolizó la cobertura de la televisión local e internacional
Incluso los ilustres representantes de la antigua teología de la liberación se unen al coro de los extasiados. El centro neurálgico del culto al papa argentino se encuentra en sus formas simples y en sus discursos dirigidos a la pobreza. Después del patrocinio de una nobleza eclesiástica arraigada en la guerra fría contra el socialismo, he ahí que el Vaticano pasa el mando a un cardenal paisano y latinoamericano.
Cada uno de sus gestos es aclamado como si un gran cambio estuviera en marcha. La cobertura televisiva de medios tan distintos como [la brasileña] Globo y la venezolana Telesur parece determinada por el mismo editor. Los elogios al líder de los católicos obedecen ocasionalmente a puntos de vista opuestos, pero tratan de deshacer cualquier actividad o pensamiento crítico.
Los medios de comunicación brasileños guardan silencio sobre la biografía de Jorge Mario Bergoglio, a menudo renunciando a cualquier investigación o análisis de su papel durante la dictadura militar en Argentina. Ni siquiera entre los medios progresistas existe un verdadero interés de poner luz sobre el tema, a pesar de que la Jornada Mundial de la Juventud es un momento propicio para examinar las credenciales de los derechos humanos.
Resurgido como Francisco y ascendido al trono de Pedro, el sacerdote porteño reaviva la institución mundial más importante del conservadurismo. Sin sus ritos aristocráticos y enfrentándose con la vieja curia corrupta, la Iglesia Católica se presenta con una nueva imagen, capaz de cautivar al mundo con las mismas ideas de siempre.
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La imagen mediática del Papa se sobresale tanto que pocos se dan el trabajo de informar y analizar la doctrina que rige su mandato. Pero una buena lectura de la primera encíclica que publicó, además de un casi desconocido manual de bioética que está por ser lanzado, revela que no hay nada nuevo bajo el sol.
No hay ninguna diferencia en el enfoque de estos textos en relación a lo que predicó Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sigue en pie los mismos dogmas: la centralidad de la fe religiosa sobre los problemas políticos y sociales, el combate irascible al derecho de la mujer para la interrupción del embarazo y la afirmación de la heterosexualidad como la única relación erótico-afectiva posible.
El estilo de Francisco, sin duda, es muy diferente. Trae jovialidad, simpatía y humildad al lenguaje carcomido de sus antecesores. A pesar de refutar cualquier alteración al conjunto de decisiones que tomaran sus antecesores en apoyo a las luchas populares, su oratoria a favor de los pobres rejuvenece al Vaticano.
Estrategia
La derecha encuentra, en esta renovación, una buena razón para el entusiasmo. Un Papa fortalecido y celebrado es una herramienta extraordinaria para cualquier estrategia de reducción de la influencia de la izquierda sobre las clases más bajas, especialmente en América Latina. Además de crear obstáculos a la expansión de los pentecostales y otros grupos religiosos, en los países donde la mayoría de la élite está vinculada a la tradición católica.
No es de extrañar que el periodista Elio Gaspari, en un artículo reciente y osado, predijo que la visita de Francisco a Brasil podría tener un significado similar a la de Karol Wojtyla a Polonia en 1979, que provocó el cerco político que llevaría al colapso de los regímenes socialistas en Europa del Este.
Tal euforia también llevó los conservadores a redoblar sus esfuerzos por el veto presidencial al PL [proyecto de ley] 03/103, que regula los procedimientos médicos en el Sistema Único de Salud en los casos de violencia sexual, incluida la prevención del embarazo. El Papa se irá sólo tres días antes de la fecha límite para la sanción de la ley, que entrará en vigor el 1 de agosto.
Resulta interesante ver las fuerzas de izquierda, en plena continuidad de la contrarrevolución que comenzó en los años 80, también exaltando a Francisco. Se tiran a las migajas ofrecidas por la retórica de la pobreza como si fueran, después de décadas a la intemperie, la redención misma del catolicismo progresista.
A pesar de que se pueda vivir de ilusiones, el precio es renunciar a la crítica, la única vacuna posible contra los valores reaccionarios que se camuflan de modernos. Se debilita la batalla por los corazones y las mentes. Hace que el carácter laico del Estado sea más frágil.
La presidenta Dilma, a decir verdad, con un discurso secular a la llegada del ilustre visitante, fue la voz pública que sutilmente disintió del pacto de adulación. Sobre ella, sin embargo, cayeron los representantes del oscurantismo y el silencio de los que deberían estar con los ojos bien abiertos ante la escalada papista.
* Breno Altman es periodista, director editorial del sitio Opera Mundi y de la revista Samuel