Israel: presión étnica y social pone en juego la democracia
Propuesta de reforma política podría obstaculizar la presencia de los partidos árabes y de izquierda en el Parlamento
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Los miembros de la Knesset, el parlamento de Israel, parecían sorprendidos cuando el diputado David Rotem (de la Likud Beytenu, principal coalición de gobierno) y presidente de la Comisión de Leyes, se subió al escenario para defender su propuesta de reforma política. Incluso los aliados, en aquella tarde de mayo, se mostraron desprevenidos.
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Los tres principales elementos de su reforma afectan a la estructura institucional. El primero aumenta de 45 a 100 días el tiempo que la administración tiene para aprobar el presupuesto nacional, ampliando así la margen de maniobra para aplicación de medidas gubernamentales sin aprobación legislativa.
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En 2011, miles de israelíes se reunieron en Tel Aviv para protestar contra el aumento de los precios y del costo de vida
El segundo establece el mínimo de 61 firmas, de un total de 120 representantes, para que cualquier moción de desconfianza hacia el primer ministro sea llevada al plenario. En la práctica, elimina de la minoría el poder para discutir, en pleno sistema parlamentario, la continuación o no de la administración.
El tercero aumenta del 2% al 4% la cláusula de barrera, es decir, el piso de votos que un partido debe tener para ocupar escaños parlamentarios. La aplicación de esta norma eliminaría todos los partidos árabes y de izquierda de la Knesset, por ejemplo, debido a que ninguno de ellos alcanza históricamente el nivel indicado. Incluso las pequeñas asociaciones de derecha se verían afectadas.
Los airados discursos y reclamos de correligionarios no doblegaron la disposición de Rotem, apoyado por los partidos oficialistas. Por 51 a 43 votos, en primera lectura, se aprobó la reforma. Para entrar en vigencia, sin embargo, tendrá que ser aprobada en el comité presidido por el patrocinador y votada dos veces más en sesión plenaria. Lo que Rotem parece buscar, después de todo, es profundizar los mecanismos de estabilidad en un país cortado por las tensiones étnicas y sociales. Sin embargo, muchos se asustaron.
Reacciones
“Esta reforma es una marca de Caín en la frente del Likud”, dijo el ex presidente de la Knesset, Reuven Rivlin, él mismo un miembro de la alianza gobernante, que violó la disciplina de partido para votar en contra de la medida. “Este proyecto representa la destrucción de la democracia. La minoría quedará sin derecho de acción y voces de la sociedad serán expulsadas de la Knesset”.
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Reforma “es una marca de Caín en la frente del Likud”, dijo el ex-presidente del Knesset Reuven Rivlin, miembro de la derecha
La reacción más dura, sin embargo, vino de la oposición. “Esta propuesta es brutal, hipócrita y dictatorial”, dijo el líder laborista, Shelly Yacimovich. “¿Es una broma? ¡Si tuviéramos 61 diputados de nuestro lado, formarían nuestro propio gobierno!”.
El partido Meretz, la izquierda sionista, que también podría ser cortado después de la reforma, reaccionó a través de su líder, la diputada, Zehava Gal-On: “La oficina de Netanyahu está dando el golpe de gracia en la democracia israelí”.
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Quién arriesga intentar una explicación más completa de las medidas propuestas por la coalición mayoritaria Likud Beytenu es el comunista Dov Khenin, de origen judío, uno de los cuatro miembros elegidos por la lista Jadash Knesset (Frente Democrático por la Paz y la Igualdad, dirigido por Maki, el PC israelí). “La derecha sionista se asustó con el crecimiento de la protesta social y el riesgo de mayor resistencia palestina, en Israel y en los territorios ocupados”, analiza. “Las minorías tienen que perder expresión institucional para que no sirvan de drenaje de las luchas populares y nacionales.”
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Shelly Yacimovich, líder del Partido Laborista en el parlamento israelí: “propuesta es brutal, hipócrita y dictatorial”
Las últimas elecciones en Tel Aviv en 2008, encendieron la posibilidad de fortalecimiento de la izquierda no-sionista y su alianza con sectores disidentes del judaísmo oficial. Él proprio Khenin fue candidato a alcalde y conquistó el 34,3% de los votos, pero terminó derrotado por Ron Huldai, con 50,3% de los sufragios, quien obtuvo apoyo de todos los partidos de la derecha y del centro. Aunque este resultado no afectó a la hegemonía nacional del Likud y de sus socios, victoriosos nuevamente en 2009 y en 2013, el parlamentario comunista no perdió el optimismo.
“Estamos viviendo las contradicciones de un Estado que se constituyó como una democracia sólo para los judíos, no para todos los ciudadanos”, dice. “La escalada nacionalista, que es incluso discriminatoria contra los palestinos-israelíes, no es una señal de fuerza sino que un intento de utilizar el discurso de defensa étnica-nacional para eludir el descontento social entre los trabajadores judíos.”
Cuestión palestina
El análisis de Khenin también incorpora los efectos de la política en los territorios ocupados. Defensor de la solución de dos estados, uno judío y otro de soberanía palestina, con la inmediata retirada de Israel a las fronteras anteriores a 1967, el diputado cree que la situación actual puede ser clasificada como “colonialista”. La permanencia de este modelo, en su opinión, ejerce una fuerte presión sobre la democracia.
Mikhail Frunze/Opera Mundi
Dov Khenin, parlamentario comunista: “la derecha sionista se asustó con el crecimiento de la protesta social”
“Los palestinos que son ciudadanos israelíes tienen derecho a votar, pero no los de Cisjordania, que viven en un régimen de apartheid”, acusa. “Si no hay una retirada de las tropas y asentamientos, con la entrega de la zona a la Autoridad Palestina, el sistema político va a ser cada vez más autoritario, ya que casi la mitad de la población, entre la costa occidental del río Jordán y el Mediterráneo, se compone de palestinos”.
El Gobierno rechaza esta interpretación. Los parlamentarios de derecha no economizan esfuerzos para argumentar que sus movimientos sólo responden a las cuestiones de seguridad o de estabilidad administrativa, y no a una doctrina de segregación o ruptura paulatina de la concepción de que el Estado de Israel deba ser judío y democrático.
Lo que Khenin y otros cuestionan, sin embargo, es si esta doble condición puede sobrevivir sin el pleno reconocimiento de los derechos colectivos de las minorías nacionales y sin un acuerdo definitivo que conduzca a la creación de un estado palestino. “Las amenazas son evidentes, pero vamos a defender cada pulgada de nuestro espacio en las instituciones”, dice el diputado del Jadash. “El derecho a la autodeterminación judía no se puede convertir en una caja de herramientas contra otros pueblos y contra la propia democracia”, protesta.
Traducción: Kelly Cristina Spinelli
